La crisis climática no afecta a todos los países por igual, y esas desigualdades vienen siendo discutidas a nivel global. Entre el 30 de noviembre y el 12 de diciembre de este año, tendrá lugar en Dubái un evento que suscita menos entusiasmo que la pasada Copa del Mundo: la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático: COP28.
Según un informe de la organización Loss and Damage Collaboration del 2022, se estima que entre el 2020 y el 2022 los países más vulnerables al clima perdieron cerca de 500.000 millones de dólares y la Federación Internacional de la Cruz Roja estimó que para el 2050 se duplicarían el número de víctimas climáticas. Frente a esto, hace dos años, los países isleños reconocidos como Pequeños Estados Insulares en desarrollo (SIDS por sus siglas en inglés, entre los cuales están países caribeños como Cuba, República Dominicana, Haití y 34 otros países) pusieron en la agenda global la preocupación por los cada vez más críticos y sostenidos efectos del cambio climático. Frente a los escasos resultados de las acciones de mitigación y adaptación de los países industrializados, los SIDS alzaron la voz para sostener que las crisis ambientales son crisis económicas que generan vulnerabilidad financiera. Propusieron crear la estrategia de pérdidas y daños, un mecanismo a través del cual los países con mayores emisiones de carbono compensarán a los país más vulnerables frente la crisis climática. La estrategia fue aprobada en la COP27 y se estableció la creación de un nuevo fondo. Esta herramienta fue vista como un hito porque se trata del pago de la deuda climática y un gesto de justicia climática, pero también porque es un documento que plantea acciones en términos de prevención, protección y atención de la salud.
El informe de este año del Grupo Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC en inglés) es rotundo en cuanto a la urgencia de tratar los problemas de salud en el corto plazo: la ventana de oportunidad se está cerrando. Mortalidad y morbilidad se ven afectadas, emergencia de enfermedades infecciosas, problemas de salud mental y de hambre y malnutrición (por citar algunos desafíos) deben ser atendidos.
Este año, se sostendrá por primera vez una jornada dedicada a la salud en la COP28 y según el British Medical Journal son tres los temas prioritarios: 1) comprender las pérdidas y daños más allá de lo económico, 2) mejorar la resiliencia de los sistemas de salud para garantizar preparación, financiamiento y fortalecimiento frente a la crisis, 3) aprovechar la pequeña ventana de oportunidad para reducir los efectos de la extracción y combustión de combustibles fósiles. Se espera que la incorporación de la conversación sobre salud señale de manera definitiva la urgencia de atender los problemas del cambio climático.
El Perú estará participando de este evento clave. Es necesario que nuestros representantes en la conferencia tengan un rol en esta discusión y que tomen acción. Principalmente, en favor de las zonas de nuestro país que reciben gran impacto del cambio climático sobre la vida y salud como la zona amazónica (evidencia de Carleton y colaboradores). La inacción tendrá un costo del cual difícilmente nos recuperaremos.
Adriana Urrutia - Politóloga- INNOVALAB Laboratorio de Innovación en Salud, Universidad Peruana Cayetano Heredia.