¡Alto al trabajo infantil!

Hay 160 millones de menores de edad obligados a hacerlo en el mundo.

Este año, el lema de Naciones Unidas contra el trabajo infantil es “Justicia social para todos. Poner fin al trabajo infantil”, y como cada 12 de junio, en el mundo entero, se busca erradicar esta mala práctica laboral del planeta.

Se trata de una situación en la que se encuentran inmersos 160 millones de niños y adolescentes, quienes deben renunciar a estudios, juegos y sueños para ingresar al mundo del empleo por razones económicas o de tipo cultural. De ese total, se estima que 65 millones son niñas.

En el Perú, la situación es más complicada que en otros países de la región, básicamente porque a un modelo cultural muy asentado en la zona rural se superpone el déficit de educación secundaria en estas regiones en las que la oferta es pobre o inexistente y los efectos de la pobreza y la pobreza extrema, agudizadas con la pandemia del COVID-19.

El límite en el país y en la región para ser considerado un trabajador es los 14 años. Laborar antes de esa edad se considera trabajo infantil. Según la OIT, en el 2018 (última investigación realizada), un promedio de 800.000 niños peruanos trabajan sin que cuenten con la edad para hacerlo. Sin embargo, estudios del INEI del 2022 señalan que hay un 10% de niños de entre 5 y 17 años que realizan labores que les impiden educarse. Hay que recordar que la definición de trabajo infantil es la interrupción de la educación para laborar.

Hay algunas regiones del Perú en las que se acentúa el trabajo infantil. En Pasco, 3 de cada 10 niños trabajan. Es decir, un 36%. Le siguen otras regiones como Amazonas, Huánuco y Cajamarca.

Son cifras elevadas que muestran, además de la necesidad imperiosa de contar con ingresos familiares complementarios, que aún hay mucho esfuerzo del Estado por integrar a los niños a la educación transformadora para romper el círculo de la pobreza que los sofoca secularmente.

La justicia social que emana de la necesidad de erradicar el trabajo infantil es innegable. No hay ningún futuro para el mundo si los niños deben renunciar a su infancia para ganar dinero y aportar a la bolsa familiar. La humanidad no puede convivir con estas formas de explotación que nos retrotraen a una época que debería estar ya superada por la civilización.

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