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¿Para qué vienen?

“La misión que termina el próximo martes 22 podría fijar las pautas para salir del torbellino del descuartizamiento en curso a través del diálogo”.

La pregunta en el título de esta nota se refiere a la misión de la OEA que llega el domingo. La respuesta está en el contenido y sentido de la resolución adoptada el 20 de octubre por el Consejo Permanente y las facultades asignadas a la OEA en la Carta Democrática Interamericana.

Tener esto claro es importante para no dejarse llevar por percepciones o campañas equívocas que pueden conducir a frustración cuando la misión se haya retirado a mediados de la próxima semana sin que haya nacido un “nuevo mundo”. Es, sin embargo, buena ocasión para ponderar algunos matices de lo que entraña la aplicación de la Carta Democrática al Perú en la crisis actual y las posibilidades que ofrece.

Tres asuntos fundamentales habría que tener en consideración.

Primero, el objetivo de la resolución del Consejo: “la preservación de la institucionalidad democrática” (art. 1) y el llamado a todos los actores a que “sus acciones se enmarquen en el respeto al Estado de derecho” (art. 2). Es el comportamiento pasado y presente de cada cual –a lo que apunta la resolución– lo que guiará la acción de la OEA y cómo procesará la conducta de los diferentes actores políticos.

Segundo: la misión de alto nivel que visitará el Perú desde el 20 al 22 de noviembre, una de las “pepas” de la resolución del 20 de octubre. Relevante la misión por su rango –casi todos cancilleres–, diversidad política y el mandato de “hacer un análisis de la situación” para informar al Consejo. No es un “tribunal” que tomaría decisiones contra la “otra parte”.

Como es evidente, una misión de esta naturaleza se nutre previamente de toda la información disponible, tanto dentro de la OEA, como fuera de ella. En ese orden de ideas, es evidente que si la misión electoral de la OEA reconoció el 2021 la plena legitimidad, legalidad y los resultados electorales del año pasado, este nuevo paso de la organización parte de ese precedente institucional.

Por ello, el entorno de las voces y corrientes políticas locales sobre el supuesto “fraude” –que llegaron sin éxito hasta la misma OEA– y sus llamados al golpe de Estado serían un mero antecedente de la polarización en curso. En ese análisis se toparán, por cierto, con una de las derivaciones curiosas de la pretérita pretensión de fraude. Una, la recurrente intención de “vacancia” con cualquier argumento. Otra, por los mismos(as) maquinadores(as) del “fraude” que no existió: el embeleco en curso de la acusación de “traición a la patria”.

Si eso es así, es el curso actual y posterior de esa polarización políticamente generada –y los llamados sistemáticos a la vacancia– lo que probablemente merecerá examen y análisis cuidadoso para la preparación del informe que debería incluir criterios concretos para impulsar el diálogo futuro.

Tercero, producida la visita y su posterior informe al Consejo, vendría, en realidad, el plato fuerte, la verdadera “pepa”: las “gestiones para promover el diálogo y el fortalecimiento de su sistema democrático de gobierno”. Y este es, obviamente, lo medular: el diálogo –hoy inexistente– para fortalecer el sistema democrático de gobierno.

La viabilidad o no de ese paso dependerá, obviamente, de un lado, de la disposición para el diálogo que encuentre la misión. Que, sabemos, la hay poca. Pero fundamentalmente, de la calidad, composición y éxito de la misión y de los buenos oficios que ejercería esa futura misión –o responsable de “buenos oficios”– para llevar a cabo el diálogo.

Situaciones más confrontativas –como guerras internas– se procesaron a través del diálogo. Una misión internacional diseñada y organizada hace 20 años para ese propósito para el Perú –la “mesa de diálogo” de la OEA– fue clave para un camino civilizado de transición de la autocracia a la democracia. La misión que termina el próximo martes 22 podría fijar las pautas para salir del torbellino del descuartizamiento en curso a través del diálogo.

La República

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