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La historia del tiempo

“Si Egipto es lo que es. Si las civilizaciones de la Mesopotamia tienen ausencia de memoria. Si la China suma el tiempo en otros dígitos, Caral es contemporánea a ese momento histórico”.

Hemos llegado a la ciudad sagrada de Caral. Y me sobrecoge la inmensidad del tiempo. Toco las piedras y sus argamasas del origen de este mundo. Hoy celebramos “El Caral Raymi” y suenan las trompetas de la memoria, este viento del período telúrico y la magnitud de la imaginación. Aquí vivieron los primeros peruanos hace 2.627 años antes de Cristo. Mucho antes de nuestra era y su confín. Y en esta soledad intemporal que me conmueve, digo, la infinidad espacial es un portento.

En el 2009, la Unesco designó a Caral como Patrimonio de la Humanidad. Desde entonces mi interés creciente no se agota por esta civilización, la más antigua de América. Y aquí estamos con la arqueóloga Ruth Shady y el ministro del Mincetur, Roberto Sánchez. He partido de Lima hace tres horas. El bus nos trajo de Lima a 197 km por la Panamericana norte. Y a tiro de piedra está Supe –ahí donde vivió José María Arguedas– y su valle es prominente y ubérrimo. Su puerto, un poema de Blanca Varela. Una carretera, lástima, solo afirmada entre sembríos que va en ascenso desde la Panamericana Norte que demora 40 minutos quebrada arriba. De pronto se cruza el río y sobre un promontorio macizo aparece Caral. Aparece el infinito concreto.

Si Egipto es lo que es. Si las civilizaciones de la Mesopotamia tienen ausencia de memoria. Si la China suma el tiempo en otros dígitos, Caral es contemporánea a ese momento histórico. Como afirma Ruth Shady, quien dirigió las investigaciones, al principio se descubrió que Caral era la organización urbanística más antigua de esta parte del mundo. Así se rompe la concepción que se tenía hasta hoy de los más lejanos centros urbanos en el mundo.

En 1949, los primeros que llamaron la atención sobre Caral, el viajero estadounidense Paul Kosok y el arqueólogo Richard Schaedel. En su libro “Life, Land and Water in Ancient Peru” de 1965, mencionan a Chupacigarro (como se le conocía a Caral entonces) que debía ser un centro ceremonial muy remoto pero no pudieron explicar su antigüedad.

El tiempo tiene sus enigmas. Caral es mucho más que ese engranaje espacial. Es una verdad irresuelta. He tocado sus piedras y su imaginario, lo digo. He temblado con su energía. He desmayado de asombros y herido de sombras he celebrado mi sorpresa. Y luego, regresar a Lima alucinado. No sé a qué tiempo pertenezco y eso me explota en el corazón. De retorno, el viento imperecedero, nos dice que somos eternos.