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Gabriela y el doble rasero nacional

“El caso de Gabriela Sevilla es un hecho aislado, pero explotado a conveniencia frente al retroceso real, que es la violencia y estigmatización estructural contra las mujeres que no son las víctimas perfectas, el liberar a sujetos ya condenados por violencia de género…”.

Si la Policía fuera tan rápida y diligente para dar datos de agresores prófugos o mujeres desaparecidas. Si los medios de comunicación ahondaran en la vida y obra de quienes acosan, violan o cometen feminicidios para contribuir a esclarecer tantas denuncias que quedan en la nada.

Si reaccionaran en redes sociales contra futbolistas, cantantes y actores denunciados por violencia de género, como lo hacen contra las mujeres. Si líderes y lideresas de opinión analizaran al mismo nivel —diagnóstico psicológico incluido— el avance de la ultraderecha misógina y homofóbica.

Si el Poder Judicial fuera así de eficiente para que no sean absueltos hombres como Adriano Pozo, agresor de Arlette Contreras, como lo es para informar a su audiencia sobre cuántos años de cárcel le espera a quien finge un embarazo, quizás podríamos dar un paso más adelante en la lucha contra la violencia machista.

Pero eso no ha sucedido. En el caso de Gabriela Sevilla, por ejemplo, todas las partes mencionadas han apuntado a aniquilarla socialmente. Pasó de ser víctima a villana en cuestión de horas. No hubo ni hay prudencia en, por lo menos, dejar que las autoridades esclarezcan los hechos. Ojalá Gabriela contara con la misma deferencia con la que se trata mediáticamente a Andy Polo, futbolista de Universitario sentenciado en Estados Unidos por haber violentado a su exesposa.

Qué suerte tiene; o mejor dicho, qué tal doble rasero. Ellos, los hombres agresores, son siempre inocentes hasta que se demuestre lo contrario. Y aun cuando se prueba, con condena y todo, se mantiene la solidaridad y la empatía. Qué va a pasar con su carrera. Qué sucede con su estabilidad mental y económica si pierde su trabajo. ¿En serio? ¿Alguien, de casualidad, ha pensado en la estabilidad emocional de Gabriela Sevilla tras ser tratada como una delincuente? Claro que no.

La opinión pública mayoritaria, la que influye y la que no, está ocupada en retratarla como la malvada de la historia y en despedazar cada rincón de intimidad que le queda. Ha comenzado a burlarse de las feministas y recriminarles el haberse organizado ante el primer aviso de que una mujer embarazada y a punto de parir había sido secuestrada junto a su bebé.

Las mujeres que se movilizaron, feministas o no, lo hicieron porque conocen los riesgos de subirse a un taxi solas y de noche; porque son conscientes de que el ‘’avísame cuando llegues’' esconde el terror de no saber si llegarán vivas a sus casas; porque saben que en el Perú, que una mujer sea desaparecida, violada, golpeada y separada de su bebé, es un escenario perfectamente posible.

Por eso fue muy decepcionante leer cómo, al día siguiente y apenas se empezaron a develar nuevos datos, una reconocida periodista y lingüista afirmaba en su perfil público de Facebook: ‘’Esta mujer acaba de hacernos retroceder décadas en la conquista de derechos de las mujeres’'. Nada más alejado de la verdad.

El caso de Gabriela Sevilla es un hecho aislado, pero explotado a conveniencia frente al retroceso real, que es la violencia y estigmatización estructural contra las mujeres que no son las víctimas perfectas, el liberar a sujetos ya condenados por violencia de género como John Kelvin, que cada 50 minutos desaparezca una mujer, que se reporten miles de violaciones a niñas y adolescentes, así como embarazos forzados; que es no tener autonomía en su vida sexual y reproductiva y que solo valgan si aparecen muertas.

Lucia Solis Reymer

Casa de Brujas

Periodista y editora de género en Grupo La República. Licenciada en Comunicación y Periodismo por la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas y máster en Estudios de Género por la Universidad Complutense de Madrid.