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Camarada Vallejo

“(García Calderón) se me puso a escoger entre el Gobierno (de Benavides), con todo lo que yo deseara, y mis ideas. Naturalmente, opté por mis ideas. Resultado: ya no puedo volver al Perú”.

César Vallejo deseaba honda, intensa, terriblemente regresar al Perú. Hizo los papeleos correspondientes, consiguió los pasajes y los viáticos. Pero a último momento desistió porque se dio cuenta de que era inútil. Gobernaban los mismos de siempre y temía que lo volvieran a enviar a la cárcel sin ningún motivo, como la primera vez, inocente de los pies a la cabeza. Rechazaba que pisotearan nuevamente su nombre los envidiosos, los mediocres, los ignorantes.

Aunque era un escritor que había viajado por Europa, se codeaba con importantes autores de Francia y España, había publicado en Madrid la segunda edición de Trilce (1930) y su libro de reportajes Rusia en 1931. Reflexiones al pie del Kremlin (1931), además de publicar crónicas en revistas y diarios limeños; Vallejo afrontaba estrecheces.

En la que se considera la última carta que escribió, fechada el 15 de marzo de 1938 —falleció el 15 de abril del mismo año—, escribió a su amigo Luis José de Orbegoso: “Un terrible surmenage me tiene postrado en cama desde hace un mes, y los médicos no saben cuánto tiempo seguiré así”. No le alcanzaba el dinero para curarse.

Dos íntimos del poeta, su maestro y mentor, el peruano Antenor Orrego y el español Juan Larrea, han relatado sobre las ocasiones en que Vallejo estuvo listo para retornar a su patria. Pero que a último momento prefirió quedarse, con todo lo que significaba. Incluso recibió el ofrecimiento del gobierno del dictador, el general EP Óscar Raimundo Benavides, por intermedio del diplomático y escritor Ventura García Calderón, para volver al Perú. El 11 de junio de 1937, Vallejo confió a Juan Larrea lo sucedido: “(García Calderón) se me puso a escoger entre el Gobierno (de Benavides), con todo lo que yo deseara, y mis ideas. Naturalmente, opté por mis ideas. Resultado: ya no puedo, por ahora, volver al Perú. ¡Qué te parece!”.

Vallejo era comunista, y el régimen de Benavides perseguía a sangre y fuego a los rojos y a los apristas. Para el sátrapa, captar para la dictadura al poeta iba a representar un duro revés para sus opositores.

“La propuesta no pudo ser otra sino la de venir al Perú para combatir contra la causa de quienes estábamos encarcelados. Seguramente, querían valerse de Vallejo para combatirnos y eso fue lo que realmente determinó su negativa”, narró Antenor Orrego.

Como consta en una carta escrita a Luis Alberto Sánchez, el 10 de enero de 1938 —tres meses antes de su muerte—, Vallejo estaba en lucha contra Benavides (“hemos iniciado aquí los trabajos encaminados al desarrollo de una enérgica campaña por las libertades en el Perú”). En esa época no alcanzaba la fama de la que disfruta ahora, cien años después de la publicación de Trilce, pero era conocido. Por eso Benavides lo tentó para regresar, conociendo su situación precaria en París, pero el poeta prefirió la dignidad de la pobreza.

La República

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