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La conjura de los imbéciles

“Lo más terrorífico de este tipo de criminales es que atentan contra los escritores acusándolos de blasfemos sin haber leído sus libros”.

Se ha desatado una campaña de miedo contra los lectores. Yevgueni Zamiatin en Nosotros (1920), George Orwell en 1984 (1949) y Ray Bradbury en Fahrenheit 451 (1953) imaginaron que en el futuro seríamos dominados por estados totalitarios que secuestran o eliminan libros que no quieren que leamos. Sin embargo, en plena era de la información, en la que la lectura es mucho más accesible que en cualquier otro periodo de la historia, han surgido extremismos políticos, ideológicos y religiosos, que persiguen o asesinan autores para aterrorizar a los lectores. Eso es lo que impulsó al criminal Hadi Matar a apuñalar varias veces al novelista Salman Rushdie, justamente en una reunión con sus lectores.

Hadi Matar no era de los que buscaban desaparecer Los versos satánicos (1988), matando a su autor a quien acusaban falsamente de haber insultado al islamismo. Eso ya lo habían intentado otros sin éxito durante tres décadas. El mensaje de Matar al apuñalar repetidas veces a Rushdie en un acto público era atemorizar a los lectores del escritor, por eso el extremista escogió una presentación de este ante sus seguidores. El escenario perfecto.

Lo más terrorífico de este tipo de criminales es que atentan contra los escritores acusándolos de blasfemos sin haber leído sus libros. Hadi Matar confesó que solo había hojeado “un par de páginas” de Los versos satánicos para convencerse de que se trataba de un libro profano. Actuó en función de lo que le contaron sobre lo que decía la novela. No le importaba si era cierto. A este tipo de fanáticos imbéciles no les interesa la verdad, sino lo que les dicen que es “verdad”.

En Joseph Anton (2014), el libro de memorias de Rushdie en el que relata el periodo de persecución que se inició desde la publicación de su novela, advierte de esta tendencia de los extremistas de todo pelaje de condenar a los escritores sin leer sus libros. Primero lo desacreditaron con montañas de mentiras, tildándolo de “satánico”: “La manera más eficaz de atacar un libro es demonizar al autor, convertirlo en una criatura con motivos viles e intenciones malévolas.(...) Di una mentira sobre un hombre una vez y mucha gente no te creerá. Dila un millón de veces y es a ese hombre a quien ya no creerán”, escribió el autor angloindio.

Luego siguieron las campañas de miedo. Para que nadie más escriba, para que no haya más lectores.

“En cuanto a la batalla por Los versos satánicos, todavía era difícil saber si aquello acababa en victoria o derrota. El libro no se había retirado y tampoco se había eliminado a su autor, pero los muertos seguían muertos, y se había creado un clima de miedo en el que era más difícil publicar libros como el suyo, o incluso, quizá, escribirlos”, apuntó Rushdie, sin adivinar que sería apuñalado por alguien que ni siquiera había leído su libro.

La República

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