¿El 30 de abril es feriado o día no laborable en Perú?

El poder de la industria bélica

“Estamos al borde de la guerra con Rusia y China por cuestiones que en parte nosotros generamos, y no sabemos cómo va a terminar esto o a dónde se supone que conduzca”.

El 15 de agosto se cumplió un año de gobierno talibán, luego del humillante retiro de EE. UU. y sus aliados de la OTAN de Afganistán. Después de veinte años de guerra y presencia militar, no solo terminó armándolos con lo más sofisticado de la industria bélica, sino que el país se ha convertido en una de las mayores catástrofes humanitarias del mundo, donde, según Naciones Unidas, el 95% de la población padece hambre.

La granada le estalló a Biden, pero fue Donald Trump quien, en febrero de 2019, firmó el Acuerdo de Doha con los talibanes —y no con el gobierno oficial— cuyo presidente, Ashraf Ghani, huyó del país tan pronto se inició la retirada estadounidense. El resto de la historia es conocida: los talibanes tomaron el control del país en once días. En esa tragedia afgana los grandes ganadores fueron el complejo militar industrial y las empresas militares privadas, como hoy en la guerra en Ucrania.

Un mes después de la retirada, el Departamento de Estado estadounidense anunció la conformación de la Alianza Estratégica AUKUS (Australia, Reino Unido y EE. UU.) para colaborar con Australia en la adquisición de submarinos nucleares para desplegarlos en la región del Indo-Pacífico.

Paralelamente, agudizaba las tensiones con Rusia en torno a Ucrania en su afán de incorporarla a la OTAN. En diciembre Putin envió una comunicación a Washington en la que exigía el compromiso de EE. UU. para que Ucrania no formara parte de la OTAN, se pusiera fin a su actividad militar en Europa del Este y que EE. UU. ni Rusia desplegaran misiles de corto o medio alcance fuera de sus territorios. “Cuando nuestras relaciones, por culpa de Washington, se acercan a un punto crítico, es necesario de la manera más urgente dar pasos concretos para reducir el grado de confrontación”, dijo entonces el canciller Serguéi Riabkov y advirtió que ignorar esas demandas conduciría a una “respuesta militar”, similar a la crisis de los misiles en Cuba, en 1962.

Pocos días después de la invasión militar de Rusia a Ucrania, el 24 de febrero, el gobierno chino denunció a Washington por circundar el estrecho de Taiwán con el destructor de misiles guiados USS Ralph Johnson. La cancillería china rechazó cualquier acto de incitación a la guerra e invocó a no intensificar las tensiones. Aprovechó para señalar que, en cerca de 250 años, desde que EE. UU. fuera fundado, “han pasado menos de 20 años sin operaciones militares en el extranjero y que las excusas utilizadas para las intervenciones militares son a veces la democracia o los derechos humanos, pero en ocasiones simplemente una pequeña botella de detergente en polvo o una pieza de noticias falsas”.

Hace dos semanas la visita de Nancy Pelosi a Taiwán generó una tensión máxima con el despliegue militar chino con fuego real alrededor de la isla. No satisfechos con eso, esta semana cinco representantes del Congreso estadounidense, cuatro de ellos del Partido Demócrata, se reunieron en Taiwán con la presidenta de ese territorio, Tsai Ing-wen, lo que ha agudizado los reclamos de China.

El exsecretario de Estado estadounidense Henry Kissinger ha dicho al Wall Street Journal que “estamos al borde de la guerra con Rusia y China por cuestiones que en parte nosotros generamos, y no sabemos cómo va a terminar esto o a dónde se supone que conduzca”. En efecto, la crisis económica expresada en la inflación galopante e incremento de tasas de interés para frenarla, la recesión, la ruptura del suministro de las cadenas de valor, el hambre y crisis social crecientes en el mundo tienen sus raíces fundamentales en la voracidad de la industria armamentista y los lobbies que alimentan al poder.

Estados Unidos lidera el gasto militar en el mundo (38%) seguido por China (14%) India (3,6%), Reino Unido (3,2%) y Rusia (3,1%). Biden tiene razón al preguntarse “cuándo, en el nombre de Dios, enfrentaremos al lobby de las armas”. Pero los rezos no alcanzan, mucho menos cuando acaba de anunciar que enviará otros mil millones de dólares de armamento a Ucrania e incita a la OTAN a incrementar el gasto militar.

.

.