Tras la salida de Fujimori de la cárcel

La liberación de Alberto Fujimori aprobada ayer en el TC plantea, más allá del debate jurídico sobre el fallo, el desafío de reperfilar una política peruana que ya mire más allá del clásico fujimorismo versus antifujimorismo.

Condenado a 25 años de prisión por los brutales crímenes de lesa humanidad de Barrios Altos y La Cantuta, Fujimori recibió un indulto en la Navidad del 2017 por parte de Pedro Pablo Kuczynski –que sería relevante en la caída de su presidencia, por el contraataque del fujimorismo dirigido por la hija del perdonado–, que fue anulado por la corte suprema en octubre del 2018 por considerar que la gracia presidencial recibida era inaplicable por no cumplir con las exigencias legales esenciales.

Pero ayer el TC, en un fallo apretado con voto dirimente, decidió restituir el indulto de Alberto Fujimori, lo que le permite su salida del penal especial del fundo Barbadillo.

Es una decisión jurídica cuestionable, pero el TC es la máxima instancia nacional y su fallo debe ser aceptado sin perjuicio de poder ser criticado –como toda sentencia–, y será válida salvo que en el futuro ocurra una sentencia en contra de la justicia internacional.

Habiendo cumplido 18 años de prisión –más del 70% de la condena–, con 83 años de edad, y una situación de salud que no es de enfermedad terminal, pero sí de evidente deterioro físico, esta columna cree que existen las condiciones para que Fujimori salga de la cárcel de la Diroes y se vaya a su casa a pasar ahí lo que le quede de vida, lo cual no tiene que ver con el juicio político sobre su gobierno, ni limpia su condena.

Mientras sigue el debate en la justicia internacional, es probable que, en el plano local, la salida de Fujimori del penal de la Diroes sea un asunto que se vaya diluyendo más temprano que tarde e, incluso, que su liberación contribuya al declive político del fujimorismo dentro de la tendencia que se está observando, luego de tres elecciones presidenciales perdidas.

La política peruana de las últimas décadas se organizó en la contienda fujimorismo vs. antifujimorismo, pero ya es hora de renovar agrupaciones, caras y temas. El Perú merece una agenda relevante y estimulante, con nuevos rostros, que produzcan ilusiones –y no depresiones– de un futuro mejor.

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