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Sentimientos radicales

“Como sabemos, los partidos nacionales pesan poco y los movimientos locales son favoritos en todas partes. Entre ellos, los grupos antisistema tienen varias cartas”.

A mediados de siglo XX, la ideología reformista e izquierdista se hizo sentido común y se mantuvo hegemónica hasta los años noventa. Desde entonces, el neoliberalismo impuso una nueva manera de pensar: el emprendedurismo, la iniciativa empresarial individual como motor del progreso. Esa perspectiva había cristalizado en los ochenta gracias a Hernando de Soto y luego se impuso con Fujimori. Pero el sentimiento político izquierdista no desapareció, se replegó y volvió a la palestra durante el siglo XXI.

No obstante su retroceso, el izquierdismo logró resistir porque responde a una sensibilidad siempre presente ante las desigualdades socioeconómicas. Hay gente que no soporta las injusticias; mientras que otros aspiran a integrarse al circuito de privilegiados. Esa distinción se reproduce en todas las generaciones alimentando ambos modos de pensar. Por ello, se enfrentan por el liderazgo usando todo tipo de vías para construir mayorías e imponer consensos.

Durante el ciclo neoliberal, algunos individuos han prosperado, pero la desigualdad se ha disparado. Los pobres ven pasar camionetas 4x4 y signos exteriores de riqueza que los deslumbran. Tienen que seguir adelante, pero hacen rabia. Por su lado, avanza la economía ilegal y es difícil prosperar con un trabajo honrado. Ante ello, la sensación de injusticia es más alta que nunca. Como consecuencia, entre los izquierdistas han disminuido los reformistas y crecido los radicales.

Antes de Fujimori, los sectores populares eran reformistas o izquierdistas, apristas o de IU. Ambos eran o conducían coaliciones que ganaban con regularidad las elecciones locales. Mientras que hoy predomina el desengaño por lo colectivo y solo hay interés por la economía familiar. Razones no faltan, la política es una lágrima y los ingresos siempre están en riesgo.

En términos electorales, la mayoría emprendedora tarda en decidirse, lo hace al final y su influencia suele diluirse entre varias candidaturas. El emprendedurismo es demasiado individualista para forjar lealtades sólidas. Es una manera de pensar con dificultades de expresión política. Hoy peor, dada la competencia por el trono de Keiko.

Aunque el triunfo de Castillo se debió a circunstancias excepcionales, su base fue el sentimiento izquierdista, que había estado detrás de Humala y ya se había repuesto de esa decepción. En términos doctrinarios es difuso, pero en general apuesta por el Estado como instrumento del bien común. Su propósito declarado es remediar injusticias generando bienestar; sus dimensiones son flexibles, crece y se reduce según la ocasión.

En la primera vuelta de las presidenciales del 2021 obtuvo 24%, sumando Castillo y Verónika. El 2016 había sacado apenas un punto menos, en ese momento sumando Verónika y Santos. El cambio de orden expresa el crecimiento del radicalismo dentro de la izquierda.

Hoy, ese grupo está decepcionado del Gobierno, pero lo sigue apoyando. ¿Por quién votará en las elecciones de este año? Una posibilidad es por Perú Libre, un partido organizado que expresa un sentimiento parecido: descontento con la falta de realizaciones, pero en contra de la vacancia. Por su parte, el Nuevo Perú parece descolocado por su escasa organicidad y su apoyo incondicional al Gobierno, aún estando fuera. Carente de reconocimiento, tiene que pegarse a Juntos, pero su representante legal se ha hecho íntimo de Castillo y en tanto ministro arrastra ese perfil.

Otra posibilidad es el incremento del malestar y una orientación del grueso del electorado izquierdista por fuera de la alianza de gobierno. La regionalización del voto favorece esta opción. Como sabemos, los partidos nacionales pesan poco y los movimientos locales son favoritos en todas partes. Entre ellos, los grupos antisistema tienen varias cartas.

Veremos caudillos tipo Antauro en medio de un conglomerado de radicales. No se han achicado por el fracaso de Castillo. Lo pondrán de lado e insistirán en su mensaje: el sistema es el culpable.

Foto: difusión

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Antonio Zapata

Historiador, especializado en historia política contemporánea. Aficionado al tenis e hincha del Muni.