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Ni traición ni moderación

“Tras dos meses de gestos y choques, el presidente ha decidido gobernar fortaleciendo su propio liderazgo”.

Con apenas dos meses en el gobierno, el presidente Castillo ha dado de baja a su premier y reestructurado su primer gabinete. La explicación común es que Castillo, tempranamente amenazado con la vacancia, habría comprendido que debe priorizar su supervivencia en el poder dejando de lado a sus viejos conocidos y a los cuadros facilitados por Perú Libre, para optar por un perfil menos confrontacional en la Presidencia del Consejo de Ministros a fin de asegurarse un mínimo de estabilidad. Otra versión de estos cambios es levantada por Vladimir Cerrón, para quien la salida de Guido Bellido y su reemplazo por Mirtha Vásquez expresa la claudicación del nuevo gobierno ante la derecha y la traición de su programa electoral.

Dejando de lado al ala golpista dentro y fuera del Parlamento, sector que no reconoce matices ni diferencias (en la izquierda todos son prosenderistas, senderistas o caviares), para una parte de la derecha, los cambios ministeriales son leídos como el abandono del tono radical y la afirmación de un espacio moderado en el gobierno. Más que resultado de un análisis de la trayectoria de las personas convocadas o las condiciones para su participación en el actual gabinete, esto está expresado como un “deber ser”.

El reciente editorial de El Comercio resume bien tal apuesta al plantear una curiosa agenda para la premier Vásquez: “arriar las banderas” de Bellido, a saber: Asamblea Constituyente, sabotaje (?) a Torre Tagle y verbo encendido contra la prensa y la empresa privada.

Al escuchar estas explicaciones uno se pregunta cómo así Mirtha Vásquez –una “antiminera” según el minero Roque Benavides– puede ser presentada como un paso a la moderación. Y es que en los “buenos deseos” de moderación, tanto como en la versión de Cerrón, estamos frente al defecto de confundir forma con fondo. Son explicaciones propias de una política epidérmica que, hecha de personajes y de declaraciones altisonantes, deja fuera las fuerzas y razones que llevaron al poder a Castillo.

Lo cierto es que la “traición” no la define la salida de una persona, ni la “moderación” el ingreso de otra. Porque ni los conflictos sociales son un invento que desaparecerá con mejores maneras de la izquierda, ni las contradicciones entre los intereses de empresarios y trabajadores son principalmente resultado de una retórica “de choque”. Del mismo modo, el anhelo de cambios que puedan procesarse en una Asamblea Constituyente no se agota en la oferta ocasional de un personaje o un partido al que se le pueda hacer cambiar de parecer o remover de las alturas. Por el contrario, se trata de fuerzas sociales que han emergido nuevamente en una coyuntura específica –en medio de una pandemia, tras una larga crisis de régimen– para poner en Palacio a un presidente con el mandato de resolver los conflictos y problemas inmediatos de las mayorías no atendidas por ninguna reforma y siempre postergadas por el Estado neoliberal.

La decisión de Castillo de llamar a su lado a Mirtha Vásquez marca la diferencia con el apresuramiento en la conformación del primer gabinete y muestra que tras dos meses de gestos y choques, el presidente ha decidido gobernar fortaleciendo su propio liderazgo.

Gabinete

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Indira Huilca

Socióloga por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Nací en Lima, en La Victoria, en 1988. Excongresista de la República. Fui Presidenta de la Comisión de la Mujer y Familia. Exregidora de la Municipalidad de Lima. Soy militante de izquierda y feminista.