Transición energética y gas en los hogares

“Como antes hemos dicho, necesitamos una política de Estado, lo que implica una visión conjunta de los ministerios del Ambiente y de Energía”.

La transición energética mundial implica la sustitución de los hidrocarburos por las energías limpias, como la solar y la eólica para generar electricidad, así como por los autos eléctricos para dejar de consumir gasolinas, diésel y gas natural.

Pero esa transición no es, ni puede ser, inmediata, si bien eso sería lo deseable. Por eso la ONU apunta al 2050 para que la temperatura mundial no aumente en 2 °C. Aun así, dice McKinsey que en el 2050 el consumo mundial de petróleo y gas será todavía el 49% del consumo total de energía (hoy es el 58%).

En esa transición, a la vez que los gobiernos impulsan la producción y el consumo de energías limpias, es importante el rol del gas natural como combustible “puente”, pues emite un 40% menos de gases efecto invernadero que el petróleo. En el Perú, el gas natural en la transición es clave en varios aspectos, siendo el más importante la masificación domiciliaria para sustituir el consumo de los balones de GLP: es 40% menos contaminante y 50% más barato que ese GLP.

Muchos creen que la masificación implica una gran contaminación. No. En el 2019 en Lima se consumieron 591 millones de pies cúbicos diarios (mmpcd) de gas. Clave: el gas domiciliario llegó a 945.986 hogares (al 2021 ya son más de un millón). Pero el consumo solo fue de 13,9 mmpcd, el 2,35% del total. Proyectada esa cifra a 5 millones de hogares, el consumo total sería 70 mmpcd, la misma cifra que hoy tiene la gran masificación en Colombia.

Más: los 276 “grifos” que venden GNV y sustituyen gasolina y GLP consumieron 63.8 mmpcd, el 10.8%. Importante. De otro lado, 24 centrales eléctricas (casi todas en Chilca) consumieron 381.7 mmpcd, el 65%. Ajá. Por eso deben promoverse más las renovables no convencionales (solar y eólica): solo son el 5% de la generación de electricidad y han bajado notablemente sus costos. La meta del gobierno es llegar a 15% al 2030. Por ese camino hay que andar.

Pero, fuera de Lima, no ha avanzado la masificación domiciliaria en la sierra centro y sur en las llamadas 7 regiones: Ucayali, Junín, Ayacucho, Huancavelica, Cusco, Apurímac y Puno. Proinversión planteó 113.535 conexiones domiciliarias en 8 años (poquísimo, nada), licitó varias veces el proyecto y siempre quedó desierto.

¿Por qué? Porque los postores no ven la rentabilidad económica pues, a diferencia de Lima, no hay grandes consumidores que permitan un flujo grande de ingresos que financie el tendido de redes en toda la ciudad: el “subsidio cruzado”. Ese es el quid de la cuestión. En las 7 regiones la masificación no tiene rentabilidad económica sino social: como la luz y el agua, el gas debe llegar a todos los hogares.

Después de 15 años de fracasos, el gobierno anterior por fin “entendió” el problema. Planteó que, con los recursos del FISE (o sea, del Estado), se tiendan las redes en las ciudades de las 7 regiones. Vamos avanzando. Pero no es suficiente. Debe haber una Autoridad Nacional de Masificación, con la participación de Petroperú, y una red de gasoductos menores que, saliendo de Ayacucho (por ahí pasa el gasoducto de Camisea a Lima), abastezca a las demás ciudades con gas domiciliario, GNV, comercio e industrias. Y se puede solicitar asistencia técnica a Ecopetrol de Colombia e YPFB de Bolivia, que han masificado sus ciudades andinas.

Como antes hemos dicho, necesitamos una política de Estado, lo que implica una visión conjunta de los ministerios del Ambiente y de Energía. Y, sobre todo, un plan energético de mediano y largo plazo que sea vinculante (obligatorio de cumplir) para todos los actores. Así, las energías limpias en electricidad (también los autos eléctricos), la masificación del gas domiciliario y las políticas de mitigación y adaptación del MINAM impulsarán la transición energética y la preservación de nuestro medio ambiente.

Infografía-La República.

Infografía-La República.