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Carta de José Ignacio López Soria

“Nos iría mejor si viésemos la próxima elección no como amenaza, que puede serlo, sino como oportunidad para fortalecer la democracia, la justicia y la equidad”.

Estimado Mirko:

En el “juramento por la democracia” que promueven la Conferencia Episcopal, la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, la Unión de Iglesias Evangélicas y la Asociación Civil Transparencia se ha dejado en el tintero el otro lado de la demanda social, el de la justicia y la equidad, que apunta a un cambio (más o menos radical) del modelo económico de las últimas décadas, consagrado por la Constitución del 93.

Parece que los redactores hubieran cogido la propuesta gubernamental y las declaraciones de uno de los candidatos y hubiesen elaborado una especie de “retractación” de lo que en ellas se propone. Lamentable proceder, no digo de las iglesias, que tienen todo el derecho a velar por sus intereses y perspectivas, pero sí de dos instituciones como Transparencia y la Coordinadora de Derechos Humanos que, hasta ahora, se han distinguido por defender la democracia, pero también la equidad y la justicia.

Para dar mayor peso a este “juramento por la democracia” (que bien podría haber sido “juramento por la democracia, la justicia y la equidad”), los responsables lo ubican en el marco del bicentenario. Nos recuerdan, así, que el Perú “nació bajo el espíritu de la libertad” y que no podemos llegar al bicentenario habiendo perdido la libertad y la democracia. Independientemente de lo que ocurriera en 1821 y de cómo lo vivieron sus contemporáneos (este es otro debate), lo cierto es que los promotores del actual juramento miran esa etapa como inicio del autogobierno, pero no como promesa de justicia y equidad. Se recorta, pues, “la promesa de la vida peruana” (Basadre) y, con ello, el “sueño” de construir un país que nos albergue a todos dignamente.

Parece, además, que el juramento hubiese sido redactado desde el miedo a perder la democracia, y no desde la ilusión de ganar, de ponernos a rediseñar y construir, 200 años después de la primera piedra, una sociedad realmente justa, equitativa, fraterna, participativa, gozosa de saberse enriquecida por comunidades diferentes, abierta sin complejos a la globalidad y preparada para una convivencia vigilante, cuidadosa y fructífera con la naturaleza.

Nos iría mejor si viésemos la próxima elección no como amenaza, que puede serlo, sino como oportunidad para fortalecer la democracia, la justicia y la equidad.

Afectuosos saludos.

José Ignacio López Soria.

La República

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