Viendo el conjunto de las encuestas difundidas durante la última semana se sigue observando la existencia de dos distintas dinámicas: por un lado, están los que responden por quien votarán (con mayor o menor convicción) y los que no definen o dicen que votarán blanco o viciado. En el 2016, en estas mismas fechas, los primeros cuatro candidatos, que fueron los que marcaron la pauta al final de la primera vuelta (Fujimori, PPK, Barnechea y Mendoza), sumaban un 69% de intención de voto. Hoy, para llegar a esa cifra hay que considerar los porcentajes de 13 postulantes. Suena a mucho, pero es algo mejor que la situación de enero de este año. En ese momento, para llegar a esa cifra, había que considerar a los 18 que buscan la presidencia. Mirando ese lado del electorado, las próximas mediciones indicarán si la velocidad de subida o bajada de unos y otros se mantiene o disminuye. Lo que claramente se ha vuelto intenso, en este sector de la ciudadanía, es la actividad en medios sociales donde el apoyo al candidato de su preferencia o la crítica al visto como rival va en escalada.
Lo interesante es ver qué pasa con ese otro grupo que dice hoy que votaría blanco, viciado o no define. De nuevo, es útil comparar esta cifra con lo ocurrido en el proceso electoral del 2016. En la misma fecha (mediados de marzo) este porcentaje era menor, estaba alrededor de un 20% en las diversas encuestas del momento. Que hoy sea diez puntos porcentuales más grande indica que la crisis política, la sanitaria, y las nuevas reglas de juego en la comunicación, les ha pasado la factura a todos los grupos en la contienda.
La última encuesta del IEP (marzo 2021) permite ver cómo sí hay cambios al interior de este segmento que interesa a muchos. Entre diciembre del año pasado y marzo, los que dicen que no votarían por ninguno ha disminuido (de 22.4% a 16.6%) y los que expresan que están dudando, que no saben por quién votar, aumenta (de 5.3% a 11.4%). Digamos que, lentamente, se está pasando de una actitud de “no votaré por ninguno”, al “no sé por quien votar”. Es probable que un sector termine eligiendo al que considera menos malo por miedo a que otro candidato pase a segunda vuelta. Si se analizan los anteriores resultados oficiales para ver el porcentaje de votantes que terminó dejando en blanco o que vició su voto (voluntaria o involuntariamente), tenemos que este ha estado, entre el 2001 y el 2016, entre un 12% a 19%. Eso quiere decir que del actual 30% que expresa una u otra actitud, al final una proporción se quedará ahí hasta el final.
¿Cuáles son las características de quienes están entre el rechazo o la duda? El perfil es muy semejante en todas las encuestas recién difundidas. La proporción es mayor entre las mujeres, dentro del nivel socioeconómico (NSE) D/E, y entre quienes residen fuera de la capital. Los resultados de la encuesta del IEP permiten ver que es un segmento donde prima el desinterés por la política (78%) por lo que llegar ahí será difícil. Otro tipo de estudios nos han enseñado que ese desinterés está vinculado a la desconfianza y percepción de pocas posibilidades de ser escuchadas/os por los políticos (“tú no te interesas por mí, yo tampoco por ti”) y una preocupación por aspectos de sobrevivencia y vida cotidiana que apremian siempre. La solución a lo inmediato es importante. Llama la atención que quienes están mejor posicionadas en los segmentos sociodemográficos mencionados (además de Lescano) son las dos candidatas mujeres cuyo porcentaje de intención de voto no se mueve en meses. ¿Las candidatas no se mueven porque este segmento no define? ¿Qué le están diciendo de relevante a estas personas? En estos grupos los medios sociales llegan, pero el acceso es menor. Las visitas, las radios y actividades locales, el boca a boca podrían ser importantes.
Elecciones 2021
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