Tanta indignación ha provocado una serie de respuestas que han ido tomando formas diferentes al pasar los días. Desde la rabia pura y automática hasta el sarcasmo más creativo. Desde la desazón que cansa y anula alegrías hasta el convencimiento real de que el privilegio, en este país, es determinante.
Y es determinante porque hay quienes asumen cargos públicos y actúan con descaro, priorizando sus intereses, haciendo grupo, mintiéndonos con frases hechas (el capitán es el último que abandona el barco) y enrostrándonos en la cara (con desparpajo y hasta ironía) a sus invitados y entorno cercano.
¿Cómo respondemos a estos golpes bajos?, ¿marcando la diferencia?, ¿alertando cualquier práctica argollera o privilegiada que venga?, ¿denunciando, cuestionando, exigiendo?, ¿o normalizamos el tema?, ¿tiramos la toalla?, ¿desconfiamos de todo y de todos?, ¿nos callamos?, ¿dejamos de pensar en el otro?
La enredadera peligrosa puede jugarnos una mala pasada. No todo está perdido. Están las mujeres que responden a su familia y comunidad creando las ollas comunes. Están los colectivos que se organizan para apoyar a 1, 2, 3, 4, 5, 6 de esas ollas comunes y nos convocan por redes para que colaboremos. Están quienes arman listas donde conseguir oxígeno. Están quienes te alivian con una palabra de aliento y siguen haciendo fuerza contigo.
Solo la solidaridad y la práctica de comunidad nos harán más fuertes. Regalémonos esa gran oportunidad de apostar por el bien común. Porque los del problema ya están identificados. Nuestra memoria no será frágil y sabremos cómo darles lo que se merecen.
“Nos dueles, Perú”.
Si alguien decide entrar a la política es porque ama a su país, no su propio beneficio.
Recordemos esta frase:
“El poder no cambia a las personas, solo revela quiénes son en realidad” (Facebook de Machita Mujer Caporal).
Comunicadora Social. Creadora del programa de televisión Costumbres. Personalidad Meritoria de la Cultura desde el 2015.