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Bolsonaro y las vacunas

El estilo confrontacional del presidente de Brasil ha puesto al país entre la negación y la realidad.

Gobernar en América Latina tiene ahora un primer punto de agenda: la pandemia. ¿Cómo se gestiona? ¿Cuán eficiente ha sido la decisión adoptada? Y finalmente la pregunta más formulada: ¿cuándo llegarán las vacunas?

En la región se han visto pocos casos de gestiones exitosas y algunas otras que han querido minimizar el riesgo, alentar la economía pese a que los indicadores de salud no eran buenos ni estables, y están ahora recibiendo la sanción de los ciudadanos.

Un caso emblemático de negacionismo ha sido el del expresidente Donald Trump. No consideró las alertas sanitarias, mantuvo tercamente su apuesta y perdió. El coronavirus arrasó hasta alcanzar los 4 mil muertos diarios y hasta la llegada de Biden a la Casa Blanca, algunas cifras mostraban los resultados de querer tapar el sol con un dedo.

El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, pareció copiar el mismo guion de su colega Trump hasta que Brasil se ha convertido en lo que hoy podemos apreciar. La pandemia ha cobrado la vida de alrededor de 200 mil personas y el clima político y social se ha enrarecido.

Una serie de denuncias como el recorte de agua potable para los pueblos indígenas hasta la anulación de la obligatoriedad de llevar mascarillas fueron respondidas en el tono confrontacional que le es habitual. Un ciclo de muertes por falta de oxígeno en los hospitales de Manaos puso en evidencia que la pandemia está desbordada y nadie, desde el Gobierno, está adoptando las medidas adecuadas.

Para completar el cuadro, la resistencia del mandatario a adquirir vacunas, las dudas respecto a la efectividad de alguna de ellas y su negativa a aplicarse él mismo el tratamiento, ha desatado la protesta política y la turbulencia social.

“Desde el inicio siempre he dicho que este virus es como la lluvia, le va a caer a todo el mundo”, aseguró en cadena nacional de televisión. “Lamento los muertos, lo siento, pero todos moriremos algún día”, y para completar: “Hay que respetar a quien no quiera tomarla. No puede ser obligatorio”, agregó.

La protesta se ha expresado en encuestas de opinión. Bolsonaro ha sufrido una de sus peores caídas en la aprobación de todo su gobierno. Quienes consideran malo o pésimo el gobierno del actual mandatario brasileño pasaron de 32% a 40%. El tercer país más golpeado por la pandemia a nivel mundial se debate entre la negación y la realidad.