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Reordenar Machu Picchu ahora

Un proyecto territorial del país, para llevar al Perú a un Bicentenario digno y descentralizador.

Por: Augusto Ortiz de Zevallos, Magíster, arquitecto y urbanista

Habrá que esperar, obviamente, entre un año o dos para retomar un ritmo y ese espacio mundial que recién empezaba a crecer, cuantitativamente más que cualitativamente. Esto es un gran problema y una gran oportunidad.

A Machu Picchu llegaban cada día 5.000 visitantes, y al Cusco muchos más. Pero esa actividad era muy caótica: visitar corriendo un Machu Picchu sobrecargado, un tren tan lento como caro, subir y bajar en viejos buses desde ese poblado de pobres calidades urbanas y amenazado cada año de inundarse. Debería ser una antesala a la maravilla que se ofrece arriba, pero hace de peaje ingrato y banal, sin atractivos.

Y en el Cusco, la hermosura de esa ciudad es cada día menos visible. Crece como sea, y los barrios que sobre miran la enorme plaza y el Templo del Sol pierden presencia pues cualquier cosa se aparece en cualquier parte.

No solo allí. Nos pasa ya en demasiadas de nuestras ciudades patrimoniales y en sus paisajes. El turismo apiñado no se ha vuelto un agente de mejora y reequilibrio social y económico. El Perú se afea. Sus enormes atractivos se desdibujan.

Hay ahora una gran oportunidad: conseguir que pronto ya no recibamos entre tres y cuatro millones de visitantes sino entre ocho y diez. Pues España recibe 75 millones, París 30, Buenos Aires 10.

Y repartirlos en todo el Perú, generando recorridos múltiples y complementarios. Desarrollo, empleo, oportunidades, crecimiento económico, inclusión, menos pobreza. Somos visitables por ser un país múltiple, histórico, biodiverso, atractivo. Pero así no. Solamente si cambiamos.

Pero regresemos al espacio peruano emblemático e inigualable: Machu Picchu y Cusco. Los conozco bien, enseñé allí cuando UNESCO llevaba un notable posgrado, con profesores de todo el mundo. Y lideré, ganado por concurso, el plan urbano para reordenar el poblado de Machu Picchu: encauzar el río, crear un malecón, y ordenar el paisaje urbano. Fue un plan integral, con normas para cada predio, aprobado por UNESCO y por los pobladores en asambleas.

Pero no se cumplió, salvo en maquillajes escenográficos. Prevalecieron intereses creados, presiones y negocios que usufructúan de ese caos. Ese plan debe retomarse ahora por el gobierno central, pues los patrimonios de la humanidad comprometen al Perú, no a un distrito. Convertir Aguas Calientes en la antesala del santuario, favorecer oportunidades para sus pobladores, superar su marginalidad, pues ahora para el turismo el poblado es un corredor.

Sería deseable también redefinir el gran tiempo perdido en cada visita y las tecnologías obsoletas de la actual movilidad. Ir a Machu Picchu hoy es una maratón, en vehículos ya prehistóricos. Se debe ampliar horarios, en vehículos de este siglo y convertir a Aguas Calientes en un destino grato. Sería la llave para abrir todo el Perú. Es por eso de interés nacional.

Y el Cusco también necesita reordenarse. Desconcentrar flujos, con el tren como un articulador. Y reutilizar ese enorme tajo que le hace a la ciudad el aeropuerto actual, creando tejidos transversales y dotaciones

Y sí se necesita (manejando sus impactos) el aeropuerto nuevo (ningún espacio atractivo de escala mundial puede tener el aeropuerto internacional a 1000 kilómetros, y hoy el de Cusco es Lima). Ese aeropuerto debe asociarse a recuperar trenes: el Arequipa-Juliaca-Puno-Cusco. Volverse un aeropuerto internacional macrorregional para que todo el sur se nutra del Cusco como motor de captar turismo mundial. Y asociarlo a la Interoceánica de Ilo en Moquegua, hacia Brasil.

Crear así redes de ciudades. Con trenes. Ordenamiento territorial, para reequilibrar y repartir presiones migratorias hacia varias ciudades y frenar así la que lleva a Lima.

Encaminar esto ahora desde la Jefatura del Estado es una prioridad nacional. Un proyecto territorial del país, para llevar al Perú a un Bicentenario digno y descentralizador.

La República

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