Real Madrid vs. Borussia Dortmund: ¿cuándo será la final?

Dolores de parto

“Todo está hecho para demorar la salida a trabajar, y así bajar el riesgo de contacto mientras que el MEF necesita, desesperadamente, que el país vuelva a producir”.

Cada vez es más evidente la tensión dentro del Ejecutivo entre dos grupos que, con buena argumentación, tienen razón, cada uno en lo suyo. Uno está liderado por el Ministro de Salud y el otro por la Ministra de Economía. Bajo este liderazgo podría creerse que los ministerios vinculados a sectores productivos (producción, agricultura, energía y minas, transportes y comunicaciones) están enfrentados a los ministerios sociales (educación, trabajo, justicia, ambiente, inclusión social), alineándose los primeros con el liderazgo del MEF y los segundos con el de Salud. Pero no es así. Los grupos tienen una alineación mixta pero el del MEF es menos numeroso.

¿Cuál es la discordia? El costo económico de la pandemia. El Perú decreció en marzo – 16.2% (INEI). La cifra oficial de abril no se conoce, pero hay unanimidad en que será significativamente peor. En un escenario optimista, -30%; y uno pesimista, -50%. El éxito de la salud pública es pasar la epidemia con el menor costo de vidas arrebatadas por el Covid-19. El éxito del manejo responsable de la economía es pasar la epidemia con el menor costo de vidas entregadas a la pobreza. Hay momentos en que se puede hacer las dos cosas a la vez. Pero nos acercamos al dramático momento en que prevalecerá un objetivo sobre el otro.

Es por esa razón que el Ejecutivo se ha convertido de manera simultánea en una maquinaria de sobreregulación y desregulación. El caso del uso de guantes no es anecdótico, es simbólico del pleito interno. Los “sanitarios” versus los “económicos”, unos regulando más y los otros desregulando a la vez. La edad, la obesidad, las enfermedades que impiden regresar al trabajo, el trabajo remoto, la enfermera cada 20 trabajadores, los horarios del toque de queda, los protocolos sectoriales, los registros. Todo está hecho para demorar la salida a trabajar, y así bajar el riesgo de contacto mientras que el MEF necesita, desesperadamente, que el país vuelva a producir. En el fondo, más que buenas prácticas de sanidad, los “sanitarios” preferirían una cuarentena sin fecha de cierre. El MEF cede para garantizar su interés en la salud, tratando ambos de forzar un arriesgado punto medio que no satisface a ninguno.

Dicen que los peruanos estamos condenados a escoger el mal menor. Los grandes dilemas éticos son eso. Ambos grupos en el gabinete representan las mismas preocupaciones del ciudadano. Por un lado, el deseo y la necesidad de moverse para ganarse el pan. Por otro, el miedo al contagio. Pero hay una diferencia. Quienes administran el Estado tienen mucho mejor información que el ciudadano, o deberían tenerla. Es sobre la base de esa información, a veces incompleta porque no todo se sabe en lo que concierne al virus, que se tienen que tomar decisiones. En ese contexto dramático, ¿cuáles son las mejores decisiones? Aquellas que, al menor costo posible, salvaron la mayor cantidad de vidas posibles. Aquellas que, en unos años, se podrán explicar como racionales.

Regresemos a los guantes obligatorios en mercados. Si la medida no reduce el contacto humano con el virus o, por el contrario, lo incrementa, es una medida costosa e inútil. Debe desecharse. Tomemos el caso de restaurantes. Se permite en Lima, pero no en provincias, aun en aquellas con muchos menos casos que en Lima. Es una medida costosa para el empleo sin ningún beneficio sanitario demostrable. Podríamos ir así por cada decreto, resolución o protocolo. El problema es que es extenuante. Se han expedido de marzo a hoy decenas de normas que lo regulan todo, hasta asuntos absolutamente ajenos a la pandemia. Muchas de ellas contradiciéndose el mismo día. No son más que el reflejo de la tensión ministerial que vive con nosotros. ¿A qué costo? Eso todavía está por verse.

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