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Francia entra en cuarentena ligera pese a alto número de contagios

Contradicciones. Cierra colegios, pero autoriza salidas a las calles hasta las siete de la noche. Para algunos, resulta una decisión equilibrada. Para otros una contradicción. Los galos son los únicos en Europa que no han entrado en una cuarentena estricta. Hoy es el epicentro de la pandemia en el continente.

Efraín Rodríguez Valdivia

Especial para La República desde París

Eran las ocho de la tarde, con un fantástico sol de veintitrés grados de primavera, cuando el presidente de la república francesa, Emmanuel Macron, dictó nuevas medidas. La noticia de una cuarentena, a estas alturas, parecía caer como una bomba. Sin embargo, lo que debió ser un anuncio atronador, se convirtió en un llamado a la responsabilidad colectiva y una invocación al civismo porque el Ejecutivo había decidido decretar, por segunda vez, un confinamiento ligero.

Bajo esa disposición, del 5 de abril al 2 de mayo, los colegios estarán cerrados. Pero, la gente podrá circular en la calle hasta las 7 de la noche y podrá viajar este fin de semana a una región externa. Sólo los comercios de primera necesidad como peluqueros, chocolateros, floristas, librerías, tiendas de discos y supermercados permanecerán abiertos. El resto estará cerrado. Los estudiantes universitarios, además, podrán consultar las bibliotecas una vez por semana y se permitirán los encuentros en parques, jardines, puertos y playas.

Un confinamiento ‘light’, a la francesa, escogido por el presidente de la República, Emmanuel Macron, para tratar de contener la tercera ola de la pandemia. Una suerte de ‘solución intermedia’ donde no se cierra todo, pero tampoco se abre gran cosa. Según el Consejo Científico que asesoraba al presidente, Francia debió haberse confinado totalmente a inicios de enero. No obstante, el mandatario escogió la fórmula ‘light’ con un eslogan pragmático: Adentro con los míos, afuera ciudadano.

Pero el virus, siempre implacable y poco cívico, infecta en promedio a 30.000 personas al día en Francia, desde mediados de marzo, según la agencia estatal Santé Publique France. El miércoles pasado, se detectaron 59.000 casos. La curva epidemiológica sube en forma colina hace veinte días y, en los cálculos del Consejo Científico, esta podría convertirse en una línea vertical si no se frena la circulación de las personas.

Esto precipita a Francia a una realidad incontestable: el 99.9% de camas de reanimación del país (7.000) están ocupadas. Se proyecta abrir hasta 10.000 en las próximas semanas. Sin embargo, los servicios médicos están al límite de su capacidad y de sus fuerzas. El otrora y poderoso sistema de salud galo quedó sumergido por las 13.101 hospitalizaciones de la última semana. En esta circunstancia, los médicos ya echan mano de toda la munición: los nosocomios comenzaron a desprogramar masivamente cirugías en los bloques operatorios de corazón o pulmones. En tanto, la vacunación avanza despacio con ocho millones de vacunados con una dosis y 2 millones con dos.

Francia abraza la política de ‘desvestir a un santo para vestir a otro’ a fin de evitar la posible elección entre los pacientes con mayores posibilidades de vivir y de morir. Algo que, en el país cuna de los derechos humanos, representaría un fracaso y una vergüenza histórica.

Poca humildad

Y, en estos momentos de cita con la historia, pareciera que las decisiones políticas pesan más que las alertas científicas. Esto se da tanto en Perú como en Francia. En ese sentido, en Europa se ha abierto un debate: ¿la voluntad política es la responsable en parte de las funestas curvas epidemiológicas? La pregunta resulta válida para analizar al menos el comportamiento del presidente francés, Emmanuel Macron.

En el inicio de la pandemia, el mandatario formó un Consejo Científico para seguir consignas epidemiológicas frente a la primera ola de marzo de 2020. Macron siguió al pie de la letra la propuesta del cierre total del país, suspensión de las actividades estudiantiles e inducir en coma a las actividades económicas. La población vio que los científicos tomaban las decisiones. Algo que no le gustó al presidente francés, siempre llamativo por irradiar una figura política audaz y pragmática. Pero también arrogante y despectiva.

No hace caso

Conforme pasaron los meses, las citas con los expertos pasaron a ser denominados Consejos de Defensa y Macron, en su primera alocución a la nación, dijo que Francia “estaba en guerra”. Y él, convertido comandante en jefe, estaba al frente. Una suerte de Napoleón Bonaparte con mascarilla.

En diciembre, cuando llegó la segunda ola, se cortó espectacularmente el vínculo de coordinación con los científicos. Estos le pedían una cuarentena total. Sin embargo, el presidente los mandó a callar y armó una cuarentena fundada solo en toques de queda, donde la población podía salir e ir las escuelas. Por un lado, se mantuvo la moral en alto. Por otro, el virus se disparó con infecciones que pasaron de cinco mil casos diarios a quince mil y luego veinte mil casos entre enero y marzo. Macron apartó a los epidemiólogos. Provisto de tratados de medicina, se convirtió en un presidente epidemiólogo. Por cierto, uno poco humilde, que llegó a decir “que no había mea culpas ni lamentos” a pesar de tener 100.000 muertos y un país andando sobre el risco. Por cierto, uno bastante irritable, que llegó a decir que, cuando recibía críticas, sentía como “si 66 millones de fiscales (el total de la población francesa) vinieran a juzgarlo”. Así se ha ido armando la estrategia francesa contra la pandemia. Con un presidente que hizo su propia ciencia y que ahora tiene el 99.9% de camas ocupadas. Ese es el resultado.

Pero no Macron no es ingenuo, pues desea usar la ciencia con fines electorales. En junio se celebrarán elecciones regionales. Y, paradojas del destino, a su partido le va fatal en las encuestas. En esa tentación, ahora sí, mandó a preguntar al consejo científico sobre la pertinencia de suspenderlas. Los expertos le devolvieron con la misma moneda del ninguneo diciéndole en un comunicado que dejaban a las autoridades públicas “tomar y asumir todas las decisiones que les parezcan pertinentes”. El presidente epidemiólogo lleva a Francia ahora a este confinamiento.

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