El trato indigno que Gini no mide
De Chile a Perú, el reclamo por una política que represente.
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El arreglo alcanzado el viernes entre el Gobierno y la oposición en Chile prende una luz de esperanza al final del túnel de un mes de pesadilla en el que la presión de la calle logró, en treinta días, reemplazar la constitución de Augusto Pinochet con que hace treinta años se reinició la democracia que hoy se ha puesto en riesgo.
La periodista chilena Mirna Schindler señala que este acuerdo “es el triunfo de la gente que salió a las calles a gritar sus dolores y, sobre todo, de los jóvenes que corrieron el cerco de lo que parecía imposible”.
Es obvio que el mero cambio de constitución que se decidirá en abril de 2020 mediante un plebiscito que, además, escogerá el mecanismo constituyente para concretarlo, no resuelve los problemas que estallaron este mes y que son, según Schindler, los reclamos por una sociedad con más dignidad en las pensiones, la educación y la salud.
Otro chileno, el economista Sebastián Edwards, en un comentario hecho en el SAE de Apoyo Consultoría de esta semana, señaló que un factor que explica el estallido social es la desigualdad que no es medida en los números como los del coeficiente de Gini –indicador de la desigualdad de los ingresos dentro de un país y que en Chile no está fuera del promedio regional, como se pregona–, lo cual alude directamente al trato arrogante, prepotente, desigual, indigno y hasta humillante de la autoridad en muchos rubros hacia el ciudadano.
Todo esto incluye, por cierto, la profunda desconexión de la élite gobernante, política y empresarial respecto de la ciudadanía para entender la gran presión acumulada en tres décadas, así como su reclamo por un trato digno.
Chile tiene un camino complejo por resolver, y ojalá que el acuerdo político alcanzado esta semana por el Gobierno y la oposición, con la excepción de los ultras de ambos lados, ayude a recorrer el camino de la solución.
Pero si el trato digno ha sido un problema allá, acá en el Perú tenemos un problemón mucho más grande que se debe atender, y que, como en Chile, Bolivia o Ecuador, pasa por una política y unos políticos que representen realmente a la gente y que se adelanten a las aspiraciones legítimas de los ciudadanos. Si eso no lo entendemos en el Perú, las calles lo terminarán reclamando.
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