Un gobierno democrático debe dialogar siempre y con todos.,La obligación de un presidente y de un gobierno es dialogar siempre, y dialogar con todos. Este imperativo nace de la convicción de que el diálogo es un instrumento de excepcional importancia para la democracia y un modo de vida del sistema, y del hecho incuestionable de que el presidente de la República representa a todos los peruanos. Recordar esta doble condición del diálogo es importante a pocos días de la realización de la cita entre el presidente Pedro Pablo Kuczynski (PPK) y Keiko Fujimori, lideresa de Fuerza Popular, el grupo que ostenta la mayoría absoluta del Congreso y al que PPK derrotó en la segunda vuelta electoral del año pasado. Lo cierto es que entre ambos prácticamente no hubo diálogo desde las elecciones. La breve cita que mantuvieron en diciembre fue un contacto sin frutos; organizada por el cardenal Juan Luis Cipriani, y luego de la abusiva censura de un ministro, no tuvo una agenda precisa de modo que la conversación intrascendente se perdió en el aire. Las posteriores reuniones del Acuerdo Nacional naufragaron por la falta de interés de la mayoría de las partes. Ahora, sin mediadores o facilitadores que el presidente no requiere por su investidura, es el primer diálogo entre PPK y Keiko con agenda y perspectiva. El hecho de que lo pidiese la lideresa de Fuerza Popular implica un cambio de conducta considerando que ella se negó a saludar a PPK como ganador de las elecciones, o siquiera a llamarlo por teléfono para ponerse al servicio del nuevo gobierno, como corresponde a los usos democráticos. El tiempo mostrará las razones de este cambio de actitud. En tanto, es preciso tener en cuenta que el diálogo entre el Jefe del Estado y la jefa de la formación más grande de la oposición es el primero de un proceso, y de ningún modo puede ser el único contacto con la única formación política. Así lo ha entendido el presidente que al responder a Keiko ha señalado que lo tratado con ella será llevado al Acuerdo Nacional. El fujimorismo y sus aliados han reaccionado con invectivas. Consideran que no es necesario un diálogo con todos, y a falta de argumentos la han emprendido contra el Acuerdo Nacional (AN), al que pertenecen todos los partidos con inscripción en el JNE. No deja de ser paradójico que los mismos partidos responsables de la falta de actividad del AN lo critiquen, y que a esas críticas se sumen algunos gremios empresariales que sin embargo recurren al AN cada vez que requieren del diálogo ante los conflictos sociales que comprometen las inversiones. El Gobierno está en la libertad de proponer el espacio dónde desarrollar un diálogo creíble y responsable, pero en este esfuerzo no se puede prescindir de los otros grupos políticos e instituciones sociales, o aceptar el esquema de un diálogo restrictivo. Reducir la gobernabilidad a un entendimiento de dos fuerzas, dejando al resto en el balcón es un poderoso mensaje de que “el resto” no importa. En esas condiciones, no se puede afirmar que la democracia es representativa, y en cambio el mensaje que se emite es que más que un diálogo, se trata del reparto del poder.