@jotabruce El periodo que atravesamos en nuestro país está saturado emocionalmente. En ocasiones como estas es difícil razonar y tomar decisiones complejas. El espectáculo de los congresistas fujimoristas demoliendo al ministro Saavedra, sin argumento alguno, a base de insultos, mentiras y vociferaciones de barra brava, fue –con el perdón de Keikosss, según se hace llamar en el ya célebre chat Mototaxi– deprimente. PUEDES VER: Por el mismo Perú. No obstante, sería contraproducente y peligroso responder a esas agresiones descontroladas con más de lo mismo. Leo a columnistas que respeto discrepar acerca de la actitud a tomar, por parte del Ejecutivo. Entre quienes apuestan por la Cuestión de Confianza y quienes no la ven oportuna. Entre quienes opinan que esta arremetida irracional contra un ministro es parte de una estrategia para vacar al Presidente, y quienes se inclinan por una incapacidad de asimilar la derrota en las pasadas elecciones. La dificultad de lidiar con las propias emociones, individuales y grupales, es inherente a la condición humana. Este desafío rebasa consideraciones éticas e ideológicas. El mayor psicoanalista italiano de la actualidad, Antonino Ferro, lo dice así: “Tenemos la posibilidad de ‘evacuar’ en el propio cuerpo (las enfermedades psicosomáticas) o en el cuerpo social (las psicopatías, la delincuencia o la estupidez colectiva).” Es tentador atribuir la primera opción al Ejecutivo, paralizado e impotente ante la violencia de los congresistas de FP, y la segunda a estos últimos, tal como se vio en el despliegue de ignorancia y soberbia que se vio en la interpelación al ministro de Educación. Aunque me encuentro entre quienes piensan que el fujimorismo –me refiero a la mayoría en el Congreso, no a los votantes, que son millones y sobre quienes sería aberrante generalizar– tiende al autoritarismo y desconfía de la democracia, no veo en el Ejecutivo la capacidad política de enfrentar, hoy, las consecuencias de una disolución del Parlamento. La política es, después de todo, también una manera de canalizar emociones personales y colectivas. Pero sería muy ingenuo pensar que cuando inevitablemente se produzca la caída del chivo expiatorio Saavedra, los integrantes de Fuerza Popular se van a quedar tranquilos. Es obvio que irán por más. Hay para ello razones políticas –puede ser la única manera de que Keiko Fujimori acceda al poder supremo– y emocionales. Alberto Fujimori está en la cárcel, pese a su cantidad de votantes su imagen internacional es deplorable, el negocio de las universidades se puede perder, la corrupción no florece al ritmo “deseable”, etcétera. En suma, el Ejecutivo deberá prepararse para hacer política de la manera en que no lo está haciendo. Cerrando filas –no como ahora que dan una imagen contradictoria y caótica– y PPK asumiendo el liderazgo en una coyuntura dificilísima. Como dicen los argentinos: “Hacéte cargo”.