Entrevista al sociólogo Dominique Wolton, intelectual francés, quien analiza la relación entre comunicación, cultura, política e identidad. Entrevista,El sociólogo francés Dominique Wolton llegó a Lima para el seminario que organizó la Embajada de Francia junto con la cooperación alemana sobre “el miedo a lo ajeno". PUEDES VER: Holanda: la primera gran derrota de la ultraderecha ¿A qué llama usted el miedo a lo ajeno? Es el odio al otro. Esta problemática de la migración que vemos hoy, del racismo contra el inmigrante, tiene unos veinte años, aproximadamente. Y entonces los medios debieron hacer algo, pero ahora ya no pueden hacer mucho porque este miedo a lo ajeno se ha hecho demasiado fuerte. ¿Diría que los medios de comunicación ayudan a difundir este miedo a lo ajeno? Diría que, en el mundo, los medios no son racistas. Claro, salvo los que son de extrema derecha. La prensa pudo tener un papel más relevante, pudo hacer algo cuando el problema no estaba tan ideologizado. Ahora es tarde, es más difícil responder. Entonces sí les cabe responsabilidad a los medios. Sí hay responsabilidad de la prensa, de acuerdo. Pero, sobre todo, hay responsabilidad de los políticos de derecha y de izquierda que dejaron crecer al populismo xenófobo, de los intelectuales, y de la sociedad civil por su silencio. Es el consenso de la cobardía. ¿Por qué existe ese miedo al otro? La migración es una condición evidente del crecimiento económico, pero hay una especie de esquizofrenia frente a ella. Se han reforzado las identidades nacionales: soy francés, soy alemán, soy estadounidense. El racismo está muy ligado a la globalización, y los políticos de derecha e izquierda, en vez de combatirlo, han esperado demasiado y ahora tienen miedo. A pesar de que los países europeos, al menos las potencias, son multiculturales. Efectivamente, las potencias mundiales, como Estados Unidos, Alemania, Francia o Inglaterra, son países multiculturales. Sin embargo, frente a la campaña de la extrema derecha, no tuvieron el valor de reivindicar a estas sociedades multiculturales. Mucho se habla de una extrema derecha xenófoba. ¿Hay una izquierda xenófoba? Puede haber una izquierda un poquito xenófoba, pero sobre todo cobarde. Durante la última campaña en Francia le dije al entonces presidente Hollande que había que explicar a la gente que ser un país multicultural es una fortaleza. ¿No lo dijo? Tampoco lo dice la canciller alemana Merkel. Y los ingleses tampoco. Lo que me parece muy injusto es que esos inmigrantes realmente han contribuido a la riqueza de los países. ¿Y por qué hay que defenderlos? Mi tesis es que ellos, los inmigrantes, son la figura universal del hombre. Desde el inicio de la humanidad los hombres han migrado. Cerrar las fronteras es algo inhumano. Culpan al inmigrante de los problemas nacionales. En Europa, Francia, Alemania o Inglaterra han sufrido la mundialización. ¿La mundialización qué es? Los ricos más ricos, los pobres más pobres y la clase media que se va para abajo. Y, claro, entonces se busca a quién señalar. ¿Y a quiénes se señala con el dedo? A los migrantes, cuando quienes han contribuido con la riqueza de Europa son precisamente ellos. En Europa han ganado presencia partidos xenófobos. ¿Cree que seguirán acumulando poder, o no podrán aspirar a mucho más? En numerosos países, el voto por partidos xenófobos no es necesariamente por adhesión a las ideas. Es más que todo un voto de ira, de cólera. Entonces, si los políticos decidieran enfrentar al racismo de verdad, ese apoyo debería bajar, aunque deberemos esperar algunos años. En la campaña francesa, Marine Le Pen tomó temas hasta del Partido Comunista. Es increíble que la extrema derecha haya robado discursos, pero eso es culpa de la izquierda y de la derecha por haber abandonado a las clases populares. ¿Qué es lo que más cuestiona usted de las democracias europeas? Las democracias de Alemania, de Francia, de Inglaterra deberían ser más valientes. El problema de las democracias europeas es que todas se convirtieron a la mundialización, sin ningún espíritu crítico. La mundialización se limitó, simplemente, a una globalización económica, capitalista. Y el mundo entero aceptó eso. Los inmigrantes hicieron todo el trabajo, y ahora dicen que amenazan las identidades nacionales. La tragedia de los inmigrantes es el reverso de la moneda del liberalismo económico, que no tiene ninguna filosofía política. Aunque el proyecto europeo es admirable, en varios sentidos, ¿no? Yo soy un defensor de Europa, porque me parece una utopía formidable. Europa es una cohabitación: 28 países, idiomas diferentes. Pero la mundialización no es posible sin control de flujos financieros, sin reducción de desigualdades económicas y sociales, sin mejor repartición mundial. El balance de la globalización es que las finanzas se comieron a la economía, y la economía a la política. Vemos a políticos que corren detrás de la economía y las finanzas, y los inmigrantes son las víctimas colaterales de una ausencia de política, de reglamentación.