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Un espacio para admirar el mar

El arquitecto francés Tom Gimbert lanza una propuesta excepcional en el norte del país. Allí proyecta el primer restaurante al borde de las olas y un centro de terapia con recursos del mar.

Es un arquitecto que va descalzo, con la camisa desabotonada y el cabello al viento. Es docente universitario, papá y aficionado al kite surf. Antes de trabajar con planos y diseños rigurosos, fue un estudiante de educación física. Nació en Francia, pero desde hace una década vive en Máncora, el balneario que visitó por recomendación de un amigo y que lo dejó fascinado. “Me enamoré por completo —dice Tom Gimbert, mientras mira a dos ballenas emerger del océano—. Esta es mi filosofía: vivir conectado a las olas y al viento, lejos de la intransigencia de la ciudad. Lo pensaba desde pequeño”.

Está al frente del Estudio Ecowekk, cuyos proyectos ponen énfasis en el uso de materiales naturales y biodegradables, pero sobre todo en la transformación social que puede ejercer una disciplina cargada de arte. Bajo esa premisa, Gimbert construyó un hotel de lujo tras reciclar basura, caña y excremento de burro (el Eco Lodge de Máncora) y viviendas para niños con discapacidad que viven en el balneario bajo condiciones precarias. Hasta el momento, junto a su equipo, ha levantado cerca de once casas.

Ahora, cuando el turismo se reactiva de manera paulatina, el arquitecto francés presenta Alma Loft, un espacio excepcional que, ubicado al final de la playa Pocitas, contempló técnicas de carpintería francesa y parte de la ‘arquitectura vegetariana’ que promueve. Es un proyecto que ha logrado la convergencia entre el mar y las olas, el diseño y la conservación ambiental. En ese lugar, Gimbert proyecta el primer ‘restaurante on the beach’ (al nivel de la playa) del Perú y un centro de talasoterapia para emplear elementos marinos (clima, agua de mar, lodos, algas) con un fin preventivo o curativo: el mar como una forma de sanación.

Foto: difusión

Foto: difusión

Alma Loft es, en palabras de su creador, “un lugar para experimentar la simbiosis con el océano, la tierra, el viento y el fuego”. Está a un lado de la carretera, en el kilómetro cero, distante de la zona más ajetreada del pueblo norteño. “Es una conexión real”, apunta Gimbert, en cuya tesis para graduarse, redactada entre Máncora y Francia, abordó los desafíos de la arquitectura espontánea. “Aquí la vida es simple: puedes tener poco o mucho, pero en cualquier caso vas a estar bien. No necesitas más”. Los visitantes tienen la opción de salir a pescar al amanecer, de practicar kite surf, stand-up paddle y buceo, o de avistar ballenas. El menú del bistró se elabora con la pesca del día y los cultivos del huerto propio. En unos meses allí se inaugurará el primer restaurante que prepara y atiende al filo de las olas, aunque no es una iniciativa aislada.

Huella ambiental

Gimbert sabe que el turismo, como toda actividad humana, ha propiciado la generación de significativos impactos ambientales, aunque algunas voces lo definan como la ‘industria blanca’. Por ello, su reciente proyecto se propone mitigar la huella ambiental a través de la recuperación y reutilización de agua, la calefacción de la misma mediante la radiación solar, la desalinización de agua marina, el uso de barro y excremento de burro en el proceso constructivo y la utilización de viruta como aislante térmico para los techos.

El francés que se enamoró del balneario integra la Asociación Arquitectura para la Infancia. La última vivienda que entregó a un pequeño con discapacidad fue el año pasado. Ahora, junto a esa asociación, recauda fondos para remodelar un orfanato en la India y para construir un espacio educativo en Máncora: un lugar donde se imparta la pedagogía Montessori y puedan estudiar los niños de forma gratuita. La paternidad le calzó otros lentes. Cada vez que deja el computador, solo quiere disfrutar a su pequeño de dos años. Cuando era chico, el padre de Tom Gimbert lo llevaba de la mano a mirar las olas. Le infundió respeto por ese paisaje azul. Lo hizo una persona desapegada de lo material. Con Alma Loft, él ha querido masificar ese sentimiento.