Cultural

Santiago Roncagliolo: “El Perú lo hemos reducido a un partido entre la U y Alianza Lima”

El reconocido escritor peruano estuvo en Lima y presentó su última novela, “El accidente”, una historia que podría ser la trastienda del Perú actual.

Santiago Roncagliolo. Foto: Xavier Torres-Bacchetta.
Santiago Roncagliolo. Foto: Xavier Torres-Bacchetta.

Santiago Roncagliolo, escritor con no pocos lectores, estuvo de paso por Lima y presentó El accidente (Seix Barral), su última novela. Buena parte de la poética de Roncagliolo se nutre de la actualidad y la protagonista de esta historia, una mujer llamada Maritza Fontana, cree tener la vida hecha hasta que una noche todo empieza a derrumbársele. Imposible no tejer lecturas (el poder de la ficción) entre El accidente y la realidad peruana actual, aspecto del que La República conversa con Roncagliolo. Vamos de lo político a lo literario.

-Tú trabajaste el tema sobre la violencia terrorista en la Defensoría del Pueblo. Conoces del tema.

-Trabajé en la Defensoría. Los documentos que salieron de la comisión de Derechos Humanos, pasaron a la Comisión de la Verdad. Iba a cárceles, leí muchos temas de derechos humanos, en especial cuando debía escribir de ellos. Esa experiencia inspiró algunas de mis novelas.

-Como Abril Rojo.

-El protagonista es un empleado público, que se parece mucho, para bien o para mal, a lo que yo era y a mucha gente que conocí ahí.

-¿Qué piensas cuando se habla de terrorismo urbano?

-Llamar a algo terrorismo es criminalizarlo. Si se usa para las protestas, que son legítimas en la democracia, es criminalizar parte de la democracia. En todas partes se protesta. Es una estrategia muy burda para recortar las libertades democráticas. Esto no significa que no haya que castigar los atentados en una protesta, pero no siempre hay atentados en las protestas. Cuando hay miedo, es más fácil reprimir la protesta. Es cuando menos se confía en la democracia, como si ella no funcionara. Mientras todos se echan la culpa entre izquierdistas, caviares y derechistas, no nos estamos preguntando por qué no funcionan las democracias. Todas estas represiones tendrán apoyo público si nos sigue pasando como nos pasó a finales de los ochenta, que después de diez años de democracia teníamos siete mil por ciento de inflación y setenta mil muertos. Ahora, después de 24 años de democracia, no se puede salir a la calle y hay gente a la que la matan por siete soles. Tenemos enfermedades como el dengue y sube la anemia infantil. Creo que están volviendo las ganas de que haya una dictadura porque la mayoría piensa que la democracia no funciona. Lo que pasa es que yo tengo serias dudas de que una dictadura vaya a funcionar mejor, pero eso no quita el hecho de que la democracia no está funcionando y que eso implica un problema de toda la sociedad, no de solo un grupo. No es culpa de unos, es que esta sociedad no es capaz de confiar en sí misma.

-En esta visita, ¿has sentido temor al salir a la calle?

-En las noches, para regresar, tomo mis recaudos. Tengo amigos que han sido asaltados, uno de ellos en la puerta de su casa, con revólver.

-Esta crisis política se inició en 2016, cuando Keiko Fujimori no dejó de gobernar al presidente de entonces, PPK.

-Después de lo que pasó con Castillo, nadie está viviendo mejor. Lo que veo es que todos discuten entre todos, culpándose, y si seguimos así estaremos en las próximas elecciones listo para elegir democráticamente a nuestro dictador. Si es un dictador a lo Maduro, será gente que quiera resolver la desigualdad; si es un dictador a lo Fujimori o Bukele, lo hará la gente que quiera resolver la seguridad. Pero, en cualquier caso, si seguimos como estamos, vamos a la elección democrática de nuestro dictador. Keiko puede tener responsabilidad en esta crisis, pero PPK y Vizcarra también. Fueron acusados de corrupción. Me interesan mucho los libros de Marco Sifuentes porque muestran la precariedad de los gobiernos de Humala y de PPK. PPK es como una clase social, o como lo llama Alberto Vergara: el pensamiento Playa Blanca, desconectado de la mitad del país. Por destruirse entre ellos, terminaron destruyendo el sistema. El Perú es un castillo de naipes.

-¿Cómo ves al fujimorismo sin Fujimori?

-Lo veo fuerte. Lo que está en la base del fujimorismo es que la democracia no funciona y que se necesita a alguien que no esté limitado por las normas de la democracia. Estamos como al final de los ochenta, con un Estado colapsado y de desconfianza total con el sistema democrático. Pero las elecciones podrían irse hacia su lado o hacia lo otro que hizo Fujimori. Porque el otro legado es dejarle a la gente el concepto de que hay que votar por cualquier tipo, al que no conozcas de nada. Lo mismo que le puede dar poder a Fujimori, se lo puede quitar. Ya se hizo también con Castillo y se podría hacer nuevamente.

-En tu novela histórica El año en que nació el demonio, abordas un tema actual: el de la polarización. Hoy el país está dividido entre derecha e izquierda, no hay un punto medio.

-España gana la Eurocopa y los medios se pasan una semana discutiendo si Carvajal es de derecha. En Perú lo hemos reducido todo a un partido entre Alianza Lima y la U. Si tú eres de derecha y yo soy caviar, ¿qué hacemos? Tenemos que aprender a convivir. Veo dos divisiones muy grandes. Hay muchas cosas que se pueden unir, pero hay como una gran división que vimos en las últimas elecciones entre las zonas rurales, y pobres, y la costa, las ciudades y sus zonas más ricas. Después de la pandemia muchos dejaron de creer en la democracia y se votó por alguien como Castillo. Ahora muchos en el país no quieren una democracia. Están decepcionados.

-¿Crees que faltó más autocrítica con lo de Castillo?

-Es necesaria una autocrítica de todos. Es verdad que el Estado estaba en manos de los caviares, que es una palabra como para llamar a los demócratas, ¿no? Cuando llegó la pandemia, estaban los demócratas y la gente no tenía refrigeradora para confinarse, no tenía hospitales, no había oxígeno. Esta es una metáfora terrible del fracaso de la democracia.

-El periodismo también está polarizado.

- He visto a muchos periodistas ser despedidos por hacer el trabajo bien, pero eso también es una manifestación de que los jefes también tienen miedo de lo que pase en una democracia. Ese fue el efecto Castillo. Si la gente va por ahí votando, todos vamos a perder el negocio. Así es que, para defender el orden, hay que hacer algunos ajustes a la libertad de expresión. Esto afecta a la credibilidad de la prensa. La gente no le cree a la prensa, tampoco me cree a mí. Yo me acuerdo de una congresista, Kira Alcarraz, a la que hicieron presidenta de una comisión parlamentaria y un periodista le preguntó qué títulos tiene para presidir esa comisión. Y ella respondió: “Y la gente que tiene título, ¿qué mierda ha hecho por este país?”. Es decir, incluso en un país donde la educación es un bien escaso, tener educación es visto como un privilegio. Y ser periodista es visto como alguien que trabaja para su jefe. Eso abunda en el descrédito de la democracia.

-Tras la caída de Castillo, muchos pensaron que Dina Boluarte podría gobernar mejor.

-Creí que íbamos a ver un grupo político más organizado y con más interés político y más tradición política, proponiendo normas para reducir la anemia infantil, combatir el dengue, para mejorar la seguridad. Pero el espectáculo que vemos desde el Congreso tampoco es muy edificante. Es como si solo estuviesen pensando en ganar todo el dinero antes de que todo explote. No se ve un proyecto político en ninguna parte. No hay nadie proponiendo una idea de Estado. Más bien, hacen normas para influir en los procesos penales. Es descorazonador.

-El Gobierno de Dina Boluarte tiene cosas pintorescas, como mandar a Harvey Colchado a cuidar una estación del Metropolitano.

-¿No podemos escoger nada mejor? y si no hay nada mejor, ¿no podemos organizarlo y proponerlo?, ¿qué es lo que pasa? Lo de Colchado es parte de lo que hemos escogido. Escogimos algo informal, estas decisiones informales las vemos también en otros puntos. Por ejemplo, lo que estamos viendo, el paro de transportistas viene por una ley propuesta por el Congreso, que prácticamente le dio carta libre a la delincuencia para que haga lo que le dé la gana. Las elecciones son una lotería. En la semana de las elecciones hay uno que está dos puntos por delante y gana. Y llega a la segunda vuelta, enfrenta generalmente a Keiko, y gana por todo el antivoto a Keiko. Tendríamos que evitar esa lotería, pero eso implica una autocrítica social. Lo que yo veo es que la gente no quiere saber nada. Es muy fácil culpar de todo a los políticos, pero lo que tendríamos que hacer es nuevamente pensar qué nos está pasando. Si seguimos votando así a la lotería a ver si alguien viene y lo arregla todo, seguiremos teniendo políticos de este nivel. Que el Congreso haya aprobado esa ley procrimen dice mucho de lo que tenemos.

-Todas tus novelas tienen un tono de humor y El accidente no es ajeno a ello.

-El humor forma parte de lo que escribo. Por ejemplo, cuando llegué a España me di cuenta de que mi sentido del humor tenía que moderarlo. Cuando a un país le va mejor, el humor empieza a percibirse como algo extraño. Pero esa es la manera en que escribo. Me gusta, además, que mis novelas tengan muchas emociones. Que llores, que rías, que te asustes. Para El accidente, busqué que el lector sienta con Maritza Fontana una montaña rusa emocional.

-Tus libros se leen. Tienes miles de lectores en Hispanoamérica. Pero en tu trayectoria ha habido críticas a la manera como escribes.

-Cuando empiezas a escribir, haces una apuesta. Y la apuesta es con qué me siento más cómodo. Te sientes cómodo con lo que haces y con la persona que eres. No escribir para nadie más. Porque acabarás siendo un farsante. Acabarás complaciendo a unos señores que pueden ser muy prestigiosos pero que tampoco necesariamente significan mucho para ti.

-Un consejo para los jóvenes escritores.

-Stephen King cuenta que un crítico le preguntó por qué no escribe novelas más sofisticadas. Y respondió: ¿usted cree que yo escojo lo que escribo? Si quieres escribir, tienes que saber quién eres tú y cuáles son las historias que te representan. No tienes que escribir como García Márquez o como Coetzee, por mucho que los admires. Aunque yo les robo a todos ellos cosas. Siempre estoy leyendo y sacando ideas. Lo que escribes es una mezcla de muchísimas cosas que has leído, de lo que has vivido, de lo que has escuchado. Tienes que tener algo que decir. Si sabes lo que quieres escribir y quién eres tú, es porque has encontrado lo que tú puedes decir que no están diciendo otros. Para mí, la mayor dificultad para un escritor no es escribir la gran novela o recibir la aclamación, lo difícil es encontrar su voz. Todo lo demás, si viene, llegará a partir de que encuentres tu voz.