Mario Vargas Llosa: “La inspiración, en mi caso, se crea a partir del trabajo”
El escritor y nobel peruano participó en la II Feria Virtual del Libro de Cajamarca. El autor de La casa verde habló, entre otros temas, del cajamarquino Alejandro Esparza Zañartu (Cayo Mierda), personaje de su novela Conversación en La Catedral.
Después de 52 años, vía online, Mario Vargas Llosa “regresó” a Cajamarca. Es el invitado especial de la II Feria Virtual del Libro de esa ciudad, a la que llegó por primera vez en 1969, en un paseo de amigos. El escritor, en conversación literaria con el poeta William Guillén Padilla, organizador de la feria, remontó los años y recordó cómo llegó a la ciudad del cuarto de rescate del inca y la visión que tenía de ella.
“Yo la tenía en la memoria por las lecturas de los cronistas de la conquista, que es lo primero que yo trabajé en casa de Porras Barrenechea cuando fui discípulo. Él me hizo leer las crónicas y yo tenía de Cajamarca esa idea más bien histórica”, dijo el nobel peruano.
Asegura que ese viaje sirvió para tener una visión más realista y contemporánea. Y que ahora “es una ciudad pujante, una ciudad que está vinculada a la historia más inmediata del Perú”.
Pero no solo son las crónicas sobre Cajamarca lo que lo liga a esa ciudad, sino también un feroz cajamarquino, Alejandro Esparza Zañartu, el hombre de fierro del dictador Manuel Odría y que aparece en Conversación en La Catedral.
“En la novela, no se llama Esparza Zañartu, sino Cayo Mierda, que es una frase con la que designamos a Esparza Zañartu, sobre todo en el grupo de San Marcos, el que hacíamos más política. Entonces era un personaje odiado en el Perú, porque era el jefe de la seguridad de Odría”, detalló.
Asimismo, refirió que había sido un traficante de vinos y que fue designado a ese cargo porque era compadre del general Odría.
Feroz. Alejandro Esparza Zañartu, hombre fuerte de Odría. Foto: difusión
“El hecho es que, como en el caso de Borges –agregó-, un hombre descubre su destino cuando lo nombran director de gobierno. Digamos, no parecía preparado para nada para ese cargo. Y, sin embargo, yo creo que ese cargo lo mantuvo a Odría los 8 años que estuvo en el poder”.
Para Vargas Llosa no hay mejor territorio que el tema literario. Y así fue en la conversación, sobre todo cuando tuvo que hablar de uno de sus maestros: William Faulkner, que, como él mismo lo reconoce, no es un autor fácil, pero leer sus cuentos y novelas “enriquece extraordinariamente”.
“Eso no ocurre con mucha literatura moderna, que es una literatura más bien, digamos, como de saltimbanquis, donde ocurren cosas disparatadas, absurdas, y no hay, en el fondo, una explicación racional de todos esos hechos. En cambio, en Faulkner sí las hay”, subrayó.
Consideró que el gran renovador de la novela contemporánea es James Joyce, pero el gran novelista contemporáneo es Faulkner, para él, el que mejor aprovechó la lección del autor de Ulises.
“Los puntos de vista, en el caso de Faulkner, vienen todos de la lectura de Joyce, pero sin embargo él enriqueció extraordinariamente la novela gracias a las historias que nos cuenta, los personajes que crea, esa realidad que ha marcado tanto la novela de nuestro tiempo y que tiene que ver mucho con la existencia de dos culturas en un mismo lugar, al igual que ocurre en América Latina; por eso quizá Faulkner ha tenido tantos discípulos en la literatura latinoamericana”, explicó.
Sin dejar de responder sobre la oportunidad en que aparecieron sus obras, sobre todo por la gran atención que concitó la Revolución cubana, el autor de La fiesta del Chivo habló del trabajo que significa escribir sus libros, lejos de la suerte y la inspiración.
“Yo creo que el trabajo ha sido fundamental en mi caso. No descarto que haya escritores que vivan de la inspiración, que la inspiración los arrastre, los lleve a escribir de un solo tirón, sin revisiones, historias fantásticas. Pero, desde luego, ese no ha sido mi caso para nada. La inspiración, en mi caso, es algo que se crea a partir del trabajo”, explicó.
Confesó que le cuesta mucho comenzar una historia. Corrige, rehace, insiste, vuelve a corregir a la manera de Faulkner y que de pronto “vive esos momentos privilegiados en los que la historia parece discurrir sola y que uno, más bien, es como un sirviente de la inspiración”.
Dijo que, a diferencia de Faulkner, que pensaba en las frases bien hechas y que estas tenían que sonar como melodías en los oídos, él también escribe con prolijidad, pero de manera distinta.
“En mi caso –explicó- no es la música de las palabras, sino en que no chirríe, que la frase no chirríe, que la frase no tenga esa anormalidad que hace que tú tomes conciencia y te alejes del mundo. A mí me cuesta un grandísimo esfuerzo, no niego que haya, digamos, arrebatos inspirados en esos momentos, pero fundamentalmente para mí escribir una novela es una cuestión de trabajo”.
Otro aspecto de su escritura que se trató en la conversación fue el humor. Vargas Llosa contó que como lector y discípulo de Sartre estaba lejos de concebir una obra literaria marcada por el humor, pero sin embargo descubrió que sí era posible y que, además, el humor es un ingrediente indispensable para escribir libros como Pantaleón y las visitadoras.
“Mire, a mí me pasó una cosa muy curiosa. Yo traté de escribir Pantaleón y las visitadoras en serio. Yo tenía un prejuicio que, creo, venía de la influencia de Sartre, que fue muy grande sobre mí. Sartre es un escritor en el que no hay humor para nada, no hay una sonrisa en toda la obra enorme que escribió. Y es porque él entendía que la literatura tenía que ser seria y yo, que era un lector devoto de Sartre, pues le creía”, dijo.
Pero la escritura de Pantaleón lo desmintió hasta producirle carcajadas.
“Ahí, mientras escribía –contó Vargas Llosa-, descubrí que yo mismo no creía en la historia de Pantaleón y las visitadoras contada en serio. Entonces, mi idea sobre el humor en la literatura cambió radicalmente. Yo, hasta entonces, pensaba que el humor tenía que apartarse de la literatura y sin embargo descubrí, en la práctica, que era el humor indispensable si se querían contar ciertas historias, como la historia de Pantaleón Pantoja”.
Libros y escuela
En otro tema, sobre el libro y las lecturas, Vargas Llosa reclamó que deberíamos convertirnos en una sociedad lectora.
“Solo la lectura crea ciudadanos que tienen una posición muy crítica, y creo que si queremos sociedades libres es muy importante que tengamos ciudadanos críticos. Ciudadanos insatisfechos del mundo tal como es, que aspiren a un mundo mejor, un mundo distinto. Creo que eso es lo que hace avanzar a la sociedad”, puntualizó.
Y subrayó el rol de las escuelas y la tarea del Estado.
“La función del Estado es crear buenos colegios. Hoy en día la educación pública es muy mala en el Perú. Entonces, quienes están formados por la educación pública, que es la inmensa mayoría de los peruanos, reciben una información que es, generalmente, muy deficiente. Ese es un gravísimo error y falta del Estado. El Estado debe crear unos colegios de altísimo nivel para que haya igualdad de oportunidades, para que gentes de familias acomodadas y gentes de familias humildes puedan competir en igualdad de condiciones. Eso yo creo que es la característica de una sociedad libre, pero nosotros no hemos creado una educación pública que sea de altísimo nivel”, enrostró una verdad Mario Vargas Llosa.