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Oriana

Fallaci: “En mis entrevistas no pongo solo mis opiniones, pongo también mis sentimientos. Todas mis entrevistas son dramas”.

PÁEZ
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Algunos periodistas creen haber alcanzado la gloria por haber entrevistado a decenas de reyes, presidentes y estrellas de cine. Sin embargo, el gran reportero italiano Enzo Biagi solía decir que lo realmente importante es conseguir hablar con “testigos de nuestro tiempo”. Eso era lo que hacía Oriana Fallaci.

Autora de un clásico del periodismo del siglo XX, Entrevistas con la historia (1976), libro en el que reunió los mejores encuentros que tuvo con “testigos de nuestro tiempo”, Fallaci abordó a mujeres y hombres, monarcas, estadistas o rebeldes, en el contexto en el que tomaban decisiones que podían determinar la vida o muerte de millones de seres humanos. Fallaci se especializó en confrontarse no en individuos destacados por sus títulos de nobleza o cargos políticos sino porque sus actos marcaban la historia.

La periodista Cristina de Stefano, en la primera biografía de Oriana Fallaci, La corresponsal (2019), en la que la retrata con mucha información documental y fotográfica inédita, relata que era una profesional a prueba de balas que aprendió a tratar a los políticos, después de entrevistar en su primera época a luminarias egocéntricas e intratables de Hollywood. Le encantaba bajar de su nube y que pisaran tierra esos personajes que disfrutaban del poder. Cuando el emperador etíope Selassié, brutal y misógino, le dijo que no aceptaba que se presentara con pantalones porque era una “falta de respeto”, Fallaci respondió: “Díganle a su majestad que o voy desnuda o voy con pantalones”. Siempre le tuvo antipatía al poder. En una ocasión, el dictador Jean Claude Duvalier empezó a contestar sus preguntas leyendo las respuestas en un papel. Ella se sintió ofendida y se fue.

“Se consideraba un testigo y un representante del público, y eso le bastaba para sentirse autorizada a todo”, la describe De Stefano. Sus últimas fuerzas las dedicó a escribir libros islamófobos -falleció en 2006-, lo que felizmente no dañó su reputación periodística, que abarca no solo los reportajes a los poderosos del mundo sino su desplazamiento a zonas de combate, como Vietnam. Sobre sus entrevistas, la italiana argüía: “En ellas no pongo solo mis opiniones, pongo también mis sentimientos. Todas mis entrevistas son dramas. Me involucro en ellas incluso de forma física”. Dijo la verdad Fallaci: sin drama, no hay historia.

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