Cultural

Chambi, el mejor ojo

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No parecía necesitar un reconocimiento más, pero quién sabe. Que el Ministerio de Cultura declare a la extraordinaria obra fotográfica de Martín Chambi (1891-1973) Patrimonio de la Nación es en cierto modo rizar el rizo, puesto que ya lo era. Pero no critiquemos al Estado cuando está fijando su placa en el lugar adecuado. Chambi es desde hace mucho tiempo el fotógrafo más célebre del Perú, y acaso de Sudamérica.

José Carlos Huayhuaca, un profundo conocedor de la obra, sugiere que ella ha ido evolucionando hacia lo que quizás se podría llamar un exceso de celebridad. Como dice en Hueso húmero N° 58, “Nos hallamos algo incómodos con el hecho de que ahora sea, más que un artista reconocido, una celebridad o, peor todavía, una marca, en el sentido comercial de la palabra”.

Pero eso no nos debería hacer olvidar que por el camino Chambi tuvo una participación importante en varios procesos claves de la cultura en el país. Uno fue la conversión de la fotografía utilitaria en un arte. Otro fue el lanzamiento de la imagen de Machu Picchu al nivel de ícono de excelencia. Por último está su papel en el renacimiento cultural cusqueño.

Chambi no está aislado en su peripecia, sino que representa en la fotografía peruana una sensibilidad estética andina y de época, con varios representantes. Podemos llamar a ese movimiento una etapa heroica, marcada por el esplendor del blanco y negro, hasta hoy una señal unívoca del profesionalismo fotográfico, y por un manejo seguro de los factores tecnológicos en el proceso.

Esas fotos en blanco y negro pueden ser, o al menos parecer, piezas únicas, densamente cargadas del talento de quien las tomó. El color que vino después nunca logró una parecida relación con el misterio de la develación original, todas fotos sospechosas de haber sido hechas por publicistas o turistas. Las más antiguas de Chambi las vemos hoy como elegías.

En medio de una producción voluminosa, hay numerosas fotografías emblemáticas de la obra de Chambi. En lo personal prefiero los interiores que realizó por encargo como fotógrafo de estudio, en especial “Novia en la Mansión Montes, 1929” que, como nos ilustra Huayhuaca, en realidad son dos fotografías, y una historia en medio de ellas.