Cultural

Stephen M. Hart en el mundo de César Vallejo

Visión. El crítico literario vallejiano londinense estuvo presente en el Encuentro Internacional Espergesia 2019, organizado por la Universidad César Vallejo, en Trujillo.

Desde Trujillo

Los viajes trasatlánticos desde Cambridge, Londres, hacia América, casi siempre los ha hecho en nombre de César Vallejo. Stephen M. Hart es considerado como uno de los más importantes estudiosos del poeta santiaguino. Años atrás, hemos sido testigos en la clínica San Juan Dios, donde se guardan algunos manuscritos de Vallejo, de cómo escudriñaba los autógrafos y los objetos del poeta y que, tiempo después, publicó, en coautoría con Juan Fló, el libro César Vallejo. Los autógrafos olvidados.

Stephen M. Hart, una vez más, estuvo en nuestro país para asistir al “Encuentro Internacional Espergesia 2019”, organizado por la Universidad César Vallejo y la revista Espergesia, que dirige Santiago Aguilar. La cita académica celebró los cien años de Los heraldos negros, cuya conferencia inaugural estuvo a cargo del poeta Marco Martos y la de clausura bajo la responsabilidad del vallejiano londinense.

Stephen M. Hart dice que el amor que le tiene a Vallejo es propiamente un amor de estudiante. Era los últimos años de sus estudios en Cambridge University, cuando en un curso de literatura latinoamericana se encontró con los poemas raros, extraños, enigmáticos, del vate peruano. Al leerlos sintió dentro, como dice Gabo, un sacudimiento sísmico.

“No lo entendí. Más los leía, menos los comprendía, pero, paradójicamente, me atraían cada vez más. Y eso me ocurre hasta ahora. Mientras más creo saber de Vallejo, me convenzo de que poco sé de él”, confiesa al iniciar nuestra conversación.

Embrujado por el poeta que escribió que “nació un día que Dios estuvo enfermo”, decidió hacer su tesis para el doctorado. Se echó a leer a Vallejo con interés académico, científico. Estaba en esos avatares, cuando su asesor de tesis le dijo “hay que entender a ese poeta, también ese país, poniendo los pies en su tierra”. No tuvo más alternativa. En 1980, la universidad le dio el presupuesto para viajar al Perú. Cuando llegó a Santiago de Chuco, lo que era verbo, lírica, metáforas, se materializó ante sus ojos.

“Sí, en la manera hablar de la gente, en su humanidad, la solidaridad pueblerina, el paisaje, los sonidos, el canto de los pájaros. Todo estaba allí”, recuerda Stephen M. Hart.

“Cuando llegué al pueblo –narra–, no había hoteles. Una mujer me dijo que podía quedarme en su casa, y lo que me cobró no era nada, apenas una propina. Pero eso sí, me dijo ‘usted me tiene que ayudar a juntar agua en baldes y ponerlo en el baño. Eso será para el día’. Para mí eso era otro mundo, el mundo de Vallejo”.

Ese mundo ya lo había experimentado durante el viaje. Se había subido a un ómnibus atiborrado de gente. Ocupó su lugar, cuando de pronto, en el brazo de su asiento, se posó una señora con una gallina. La mujer se habría dado cuenta de la sorpresa del académico, y sin más le dijo: “no se preocupe, aquí suben hasta cabras”.

“Yo dije eso no puede ser. Pero no pasó ni dos minutos, cuando un señor intentaba subir su cabra. Pero no le permitieron meter la cabra, le dijeron que estaba muy lleno, pero que mañana sí”, ríe Stephen M. Hart.

Cuenta que en otro viaje a Lima, cuando ya había publicado libros sobre Vallejo, recibió una llamada en su hotel. Le manifestaron que quien llamaba era el sobrino carnal del poeta santiaguino y que, como tal, era el heredero espiritual del autor de Los heraldos negros y que, por eso mismo, heredero material del legado del vate. Quedaron en reunirse a la cinco de la tarde en el café Haití, en Miraflores.

No había pasado media hora, cuando sonó otra vez el teléfono. Para Hart, era la misma voz. Le volvía a decir que era sobrino carnal del poeta y heredero legítimo de su legado.

“Señor –le dije–, ya hemos hablado. ‘No, señor, recién lo estoy llamando y soy heredero Vallejo’, me retrucó. Me quedé perplejo, para mí era la misma voz, no comprendía o estaba loco. Y como también pedía hablar conmigo, atiné a decirle en el café Haití, pero en otra hora, a las siete de la noche, para guardar la discreción. Solo después de reunirme con cada uno de ellos, me enteré que eran dos sobrinos distintos del poeta: César Vallejo Ynfantes y el sobrino nieto Osvaldo Vásquez Serna, ambos ahora fallecidos”.

Como estudioso de Vallejo, se apena no haber conocido en persona a Georgette Marie Philippart, la viuda del vate.

“Tuve la ocasión de conocerla, pero mi buen amigo James Higgins, el estudioso escocés, con intención de protegerme, me dijo que no vaya, que me iba a maltratar como lo había hecho con otros. No fui, pero pensándolo bien, me hubiera arriesgado a ir, seguro me golpeaba, pero ahora tendría para contarlo”, ríe el crítico literario.

Sin embargo, tiene un consuelo. Cuando tuvo acceso a los objetos de Vallejo en la Clínica San Juan de Dios, el padre director del centro le mostró un mechón de cabellos, pero le dijo que era de Georgette.

“Estoy seguro que no era de Georgette, sino de Vallejo. Eran cabellos lacios,negros, negrísimos. Además, creo que Georgette no tendría muchos motivos para guardar un mechón suyo”, dice .

Toda esta experiencia vital de Stephen M. Hart en torno a Vallejo la ha volcado, sin perder rigor, en sus investigaciones sobre el autor de España, aparta de mi este cáliz. Así lo demostró en la conferencia magistral de clausura del encuentro vallejiano, en Trujillo: “El desenmascaramiento de la ideología burguesa en Los heraldos negros de César Vallejo”.

En un auditorio abarrotado, el académico expuso sus argumentos y mantuvo en vilo, hasta el aplauso, a los asistentes: “Antes de iniciar mi análisis comparativo de los estudios políticos de Vallejo (1927-1932) con su tesis, El romanticismo en la poesía castellana (1915), tengo que cuestionar una de las ‘vacas sagradas’ de Los heraldos negros que, hasta hoy en día, parece que ha sido intocable, y es la idea de que el primer poemario de Vallejo fue fuertemente tocado por el modernismo”. Y arguyó y demostró que no es así. Allí los críticos vallejianos tienen un hueso duro para roer.

En el campo político, Hart, en vez de “crear una interpretación alegórica de su significación social” de la obra del poeta, se centra en “el análisis de la retórica del discurso político de Vallejo”.

“Mi objetivo es crear un puente entre el discurso político producido por Vallejo en los años 1927-1932 –independiente, solidario y trotskista– y el discurso crítico escrito por el gran poeta peruano en su tesis de 1915, el cual era apasionado, iconoclasta y herético”, sostuvo.

Los huesos están servidos. Críticos literarios, a roer.

Nació en Acarí, Arequipa. Estudió Literatura Hispánica en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Lima, Perú). Egresado y bachiller en Literatura. Ha publicado artículos y reportajes en diarios y revistas nacionales y extranjeras. Sus textos literarios han sido incluidos en la “Antología de la Poesía Arequipeña”, de Jorge Cornejo Polar y en la muestra de poesía de Perú y Colombia “En tierras del cóndor”, de los colombianos Juan Manuel Roca y Jaidith Soto. Ha publicado el poemario Manuscrito del viento y libro de perfiles Rostros de memoria, visiones y versiones sobre escritores peruanos.