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Ciencia

La lectura de una novela de Shakespeare que ocasionó un desastre ecológico

Eugene Schieffelin, un ornitólogo estadounidense, era tan fanático del dramaturgo inglés que adoptó como suya una de sus aficiones, sin calcular las irreparables consecuencias.

Según BBC Mundo, 60 especies de aves aparecen en las obras de William Shakespeare. A la izquierda de la imagen, se puede apreciar a una bandada de estorninos. Foto: Composición LR / APEX / difusión
Según BBC Mundo, 60 especies de aves aparecen en las obras de William Shakespeare. A la izquierda de la imagen, se puede apreciar a una bandada de estorninos. Foto: Composición LR / APEX / difusión

William Shakespeare (1564-1616) fue un dramaturgo y poeta inglés, uno de los más reconocidos de la literatura universal, cuyas obras se han divulgado más allá de la esfera intelectual al posicionarse en un lugar venerado de la cultura popular. Pocos saben que existe una historia ligada a su nombre tan impresionante que logró remecer parte del medioambiente de los Estados Unidos.

Si vamos directamente al origen de ese desastre ecológico, debemos remontarnos al primer acto del drama histórico llamado Enrique IV, segundo manuscrito de una tetralogía del escritor inglés. En ese contexto, el personaje Hotspur se propone a cazar un estornino (Sturnus vulgaris), una especie de ave europea.

Como los estorninos tienen habilidades para imitar los vocablos humanos, Hotspur quiso enseñarle al animal a decir la palabra ‘Mortimer’, el nombre de uno de los enemigos del rey, con el objetivo de atormentarlo una y otra vez.

Los estorninos europeos se alimentan casi cualquier cosa, pero prefieren comer insectos y otros invertebrados cuando tienen la opción. Foto: Naturespicsonline

Los estorninos europeos se alimentan casi cualquier cosa, pero prefieren comer insectos y otros invertebrados cuando tienen la opción. Foto: Naturespicsonline

Consecuencias inesperadas

Eugene Schieffelin, un ornitólogo amateur (rama de la zoología que estudia a las aves), fanático de las obras de Shakespeare, liberó de sus jaulas a 70 estorninos en el Central Park de Nueva York (Estados Unidos), en 1890. Su principal motivación era poder apreciar a estos animales —y otros similares— desplazarse en las alturas como los imaginaba cuando leía al autor de Hamlet, Romeo y Julieta, Macbeth y otras obras valoradas de la literatura.

Schieffelin, también presidente de la Sociedad Estadounidense de Aclimatación, grupo fundado en Nueva York (1871), cuya finalidad radicaba en enriquecer la biodiversidad del mundo, deseaba que la flora y fauna europea llegue a América del Norte.

Sin embargo, luego de ser lanzados en libertad, los estorninos se reprodujeron hasta consagrarse como la especie no nativa de los Estados Unidos más arraigada. El problema fue que impidieron el desarrollo de otras aves autóctonas. Las despojaron de sus nidos porque encontraron sus mejores asentamientos en esos espacios ajenos. Incluso cuando se marchaban, los dejaban en pésimo estado, por lo que ningún animal se atrevía a volver a ocuparlos.

Más de 100 años después, se conoce que los estorninos transmiten enfermedades porque portan patógenos como Escherichia coli (causan diarrea y algunas cepas se relacionan a fuertes cólicos abdominales), Salmonella (bacteria que da origen a más de un millón de casos de enfermedades ocasionadas por alimentos) o Histoplasma capsulatum (infección que se desencadena por esporas de hongos encontrados en excrementos de pájaros y murciélagos).

Asimismo, son agresivos y causan revueltas en los hábitats que invaden y en los cultivos de los agricultores. Una muestra de esas características es que provocan pérdidas de casi 1.000 millones de dólares cada año por dañar árboles frutales, según BBC Mundo.

Los estorninos europeos pueden medir hasta 20 centímetros y poseen un plumaje negro iridiscente (diferente tonalidad dependiendo desde el ángulo en el que se le mire). Sus patas son rojizas, y el pico es negro en temporada de invierno y amarillo en verano.

Recién en el año 1900, las leyes estadounidenses se enfocaron en limitar la introducción de especies no nativas, pero el daño ya estaba hecho.

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