Huarmey: el vigilante de El Castillo

A 297 kilómetros de Lima, El Castillo de Huarmey (Áncash), se presenta como uno de los vestigios más importante de la cultura Wari.,Iván Vicente / Revista Rumbos Cuando armados con palas sacaban la tierra y las piedras de la sala principal de la piramide escalonada de El Castillo de Huarmey, súbitamente se escuchó un sonido metálico. Todos enmudecieron. Los arqueólogos polacos, a cargo de la exploración, fueron avisados y de inmediato retiraron los pedazos de adobe que todavía cubrían el objeto, entonces, lo introdujeron a una sustancia liquida que reveló que se trataba de una orejera de oro de extraordinaria calidad y fina elaboración. PUEDES VER: Lima: Festival de Poesía reunirá más de 100 escritores En el Castillo de Huarmey (PIACH) se encontraron 64 fardos funerarios, la mayoría contenían cuerpos femeninos. Foto: Iván Vicente “Bonito, brillaba”, recuerda Néstor Enrique Ubi, el hombre de 53 años que resguarda y vigila este templo construido sobre un espolón de rocas. Él fue testigo del hallazgo de setiembre de 2012, cuando comenzó el Proyecto de Investigación Arqueológica de Huarmey (PIAH). Dirigido por el doctor Milosz Giersz, el equipo binacional polaco-peruano descubrió un importante centro ceremonial que tenía en su cima torres funerarias en las que se encontraron 64 fardos, en su mayoría mujeres, y una cantidad extraordinaria de joyas de valor histórico. Enrique, Kike para los amigos, tiene la piel tostada por el sol. Antes de dedicarse a la vigilancia, este agricultor sacaba cuidadosamente los adobes y los colocaba en el lugar indicado por los arqueólogos. Recuerda que cuando sacaron las losetas en forma de triángulo de la sala principal, se hallaron momias envueltas en telas y en posición fetal. En las cámaras funerarias se encontraron cerca de 1 300 objetos y joyas ceremoniales. Foto: Iván Vicente En total fueron 64 fardos (58 de mujeres) lo que representa uno de los descubrimientos más importantes sobre los wari; es, también, uno de los primeros templos dedicados a las mujeres de la élite de esa cultura (600-1000 d.c.). Ellas eran reinas, princesas y damas nobles. Junto a ellas había placas de metal, collares, tupus (alfileres grandes), anillos, piezas de cerámica y otros objetos que eran utilizados en la actividad textil, además de 60 pares de orejeras, entre las que tenían puestas y otras que se encontraron en sus ajuares. “Ahí había una columna –señala un espacio vacío-. De allí sacamos con cuidado uno por uno los adobes y encontramos pequeños queros”, detalla Kike. Ahora su responsabilidad principal es evitar la llegada de 'huaqueros', los traficantes que depredan los centros arqueológicos. Antes de la llegada de los expertos, ellos habían destruido parte del lugar, pero ahora está protegido por él y sus 11 compañeros. Ellos forman la cofradía de vigilantes que, mes a mes, custodian El Castillo de Huarmey. Kike observa el mausoleo del Castillo de Huarmey. Foto: Iván Vicente Pero contra la naturaleza hay trabajo por hacer. El viento arrancó el techo que protegía una parte de la pirámide escalonada. "Uno de mis compañero vendrá con una escalera", nos dice. Después nos cuenta que los arqueólogos vuelven cada tres meses, para continuar sus trabajos de investigación. Por eso es importante restaurar el techo. “¿Qué más habrá ahí?... más joyas seguro”, se pregunta y se responde el amable vigilante que nos regaló un poco de su tiempo. Si vas a Huarmey no duden de visitar El Castillo, donde serán recibidos por Kike. Y si bien él no es guía, sabe lo que sucedió el día que se develaron los tesoros wari. Y esa es una gran historia que usted querrá escuchar.