RUTA ENTRE EL FUEGO Y EL MAR. La provincia de Castilla tiene un ramillete de atractivos que fueron agrupados en este nuevo proyecto turístico. La ruta no tiene nada que envidiar a otros bellos parajes de la región. ,Majes: Valle de placer y aventura [VIDEO],Majes: Valle de placer y aventura [VIDEO],Majes: Valle de placer y aventura [VIDEO],Arequipa. El bote agarra más velocidad cuando pasa por los desniveles del río Majes. Da la impresión que se voltea pero son sustos que se apagan con grandes chorros de agua. "¡No reman nada!", grita el guía Javier Medina, quien mantiene en dirección la pequeña nave. En los tramos tranquilos, uno puede admirar la vegetación, escoltada por inmensas paredes de piedra. Estamos en el cañón de Majes, que aguas arriba toma el nombre de Colca. PUEDES VER: Arequipa: Yamila Osorio terminará gestión sin gastar todo su presupuesto De los 10 kilómetros ideales para hacer canotaje, recorrimos cerca de tres, cruzando los distritos de Huancarqui y Aplao de la provincia de Castilla. Recorrer en balsa las aguas del Majes, donde crece el camarón, el crustáceo que dio personalidad a la culinaria arequipeña, es suficiente para enamorarse de este deporte. Culminada la experiencia, Julio Zúñiga Medina nos espera en la ribera. Este hombre, oriundo del valle, es el pionero de este deporte extremo en Castilla. “Y del Perú”, añade. Zúñiga cuenta que compró a los polacos la misma balsa con que descubrieron el cañón del Colca en 1981. Por esos años, asegura, nadie practicaba el canotaje. “Yo lo promocioné”, dice orgulloso. Esta aventura es solo una de las tantas que se pueden practicar de la ruta “Entre el Mar y el Fuego”, un proyecto turístico que combina deporte, historia y gastronomía. El objetivo de sus promotores es que el valle de Majes se convierta en el principal destino de extranjeros y nacionales de la región (ver despiece). Buscan competir de igual a igual con el Cañón del Colca, que mantiene ese sitial. Tomar pisco a besos "Entre el Mar y el Fuego" inicia poniendo a prueba al paladar. En el distrito de Uraca-Corire (Castilla), a tres horas de viaje de la ciudad de Arequipa y antes de cruzar el río Majes, la parada obligatoria es en la bodega de pisco Cepas de Loro. Su dueño, César Uyén Gordillo, nos da la bienvenida. “El pisco no es un trago, se toma a pequeños sorbos, a pequeños besos”, precisa el geólogo. Catar la bebida es imprescindible en esta bodega. Sirve para degustar un moscatel, que deja una experiencia inigualable en la boca. Este valle tiene 14 bodegas con la denominación de pisco. El 10% de botellas del todo el país lo producen sus viñedos. Pese a este porcentaje, sus dueños ganan el 35% de los premios en los concursos. Y es que su clima, tierra y agua son perfectos para cosechar las mejores uvas. Cepas de Loro produce entre 25 a 30 mil litros al año. Las exigencias de calidad obligaron a que usen tecnología. “Fuimos una de las primeras regiones en hacer vino y aguardiente en el Virreinato”, apunta Uyén. Figuras y dinosaurios A 15 minutos de Cepas de Loro, está uno de los vestigios más importantes de las culturas antiguas: los petroglifos de Toro Muerto. El anfitrión esta vez es Robert Sulla, guía y cuidante de este enigmático complejo que administra el Ministerio de Cultura. PUEDES VER: Si soy un alumno que inició en una universidad que aún no se licencia, me preocuparía Las rocas en esta planicie de arena habrían sido lanzadas por una erupción volcánica, mientras que sus antiguos habitantes se encargaron de tallar todo tipo de figuras. Científicos discuten si los autores son las culturas Chuquibamba, Wari o Inca. Hay 2584 figuras contabilizadas hasta el momento. Abundan los danzantes, serpientes, felinos. No solo nosotros damos importancia al camarón, los antiguos también. Sulla se detiene ante una roca y señala que representa al crustáceo. En la roca se puede apreciar los anillos de la cola. “Han querido darle más notoriedad a la parte comestible”, explica. La siguiente parada es el Parque Jurásico Querulpa, a menos de 10 minutos de viaje de Toro Muerto. Allí se descubrieron 69 huellas del dinosaurio carnívoro giganotosaurio, una especie común en Sudamérica. Aún no hay un estudio serio del hallazgo. El propio descubridor del vestigio, Oswaldo Martínez, nos recibe. Él, junto a dos de sus amigos, se toparon con las pisadas en 2002, mientras hacían tabla en arena. “Fue una casualidad que el animal pisara en ceniza volcánica. Esto formó como una película que aisló la huella de los sedimentos que cayeron encima después”, contó Martínez. Para apreciarlas hay que caminar 30 minutos desde la carretera. En el camino nos topamos con figuras de dinosaurios a escala hechas de fibra de vidrio. Las huellas solo están protegidas con un cerco. Martínez pide apoyo para conservarlas de una mejor forma. Experiencia culinaria Una de las últimas visitas es al pueblo de Acoy, distrito de Aplao. Llegar toma cerca de 30 minutos en carretera desde Querulpa. Ahí está uno de los más de 20 restaurantes campestres de la zona, Majes River. Su local te recibe con la estatua de un camarón sonriente. El lugar no solo ofrece estadía y canotaje, sino también toda una experiencia gastronómica. El "cerro" de camarones fritos que nos sirven es una delicia a los que pocos se resisten. Esta residencia también tiene un museo personal que pertenece a Julio Zúñiga, el pionero del canotaje. Vasijas, piedras talladas y hasta cráneos con peinados intactos de antiguos habitantes adornan el pequeño cuarto. La “cereza del pastel” de la ruta son los postres de Consuelo Concha, la repostera más talentosa del valle y de Huancarqui. Sus dulces de camote, alfajores con chancaca, rosquitas de canela, hacen que cualquiera caiga rendido. La receta de tan ricos manjares la heredó de su abuela, Judith Araico.