Arequipa: Jóvenes sentenciados encaminados por la ruta de bien

HISTORIAS. A Edison lo internaron por asesinar a un joven, mientras que a Joel lo implicaron en tráfico de drogas. Pese a la adversidad, quieren salir del encierro y ser hombres de bien. ,Corría una noche de agosto de 2015. Los efectos del alcohol habían hecho efecto en Edison, un joven de 17 años que asistió a la discoteca Sky Blue. Mientras la música tropical-andina sonaba, Edison le incrustaba el pico de una botella rota en el lado derecho del abdomen a Michael, otro joven parroquiano. El muchacho acusado del crimen abrió los ojos en la carceleta de la comisaría de Santa Martha (Arequipa). La seguridad de la discoteca lo había entregado a la policía. Recuerda el incidente, pero entró en confusión cuando supo que su víctima había muerto. PUEDES VER: Menor rompe su silencio y habla de los últimos minutos de Alessandra Chocano Antes del lamentable crimen, vivía una inusual rebeldía juvenil. Se consideraba inmaduro. No le hacía caso a su madre. De estudiante de Derecho en la universidad se convirtió en un sentenciado a cinco años de encierro por homicidio en el centro juvenil Alfonso Ugarte. No olvida las lágrimas y amargura de sus padres. "Era una vida y yo me la llevé. ¡Qué me perdone Dios y su familia!", se lamenta mientras se lleva las manos a la frente. Edison cuenta su historia después de la inauguración de una feria donde los internos de los centros juveniles expondrán sus trabajos. El muchacho de piel morena y cabello engominado domó su rebeldía. Lo internaron 60 días en un cuarto de aislamiento del centro juvenil Alfonso Ugarte. Durante esa temporada sus profesores le ayudaron a resolver sus conflictos. Lo animó que su madre le informara que podía continuar la universidad a distancia. CON DROGA A Joel M.C. nadie le creyó cuando dijo que no sabía que la camioneta en la que viajaba estaba cargada con 15 kilos de droga. Gritó su inocencia. A los 17 años fue condenado por tráfico. Cuatro años encerrado en un centro juvenil le esperaban. Es delgado. Su mirada es juguetona. Cuando habla del día de su captura, su sonrisa desaparece. Se torna pensativo. Eran las 11:00 horas del 23 de marzo del 2015 y en la carretera de Juliaca - Camiaca, la policía intervino la unidad que conducía su padre. Cuatro iban a bordo, solo su madre se libró de la cárcel. Su progenitor y su hermano mayor, con una sentencia de 12 años, fueron a parar al penal de La Capilla en Juliaca. "Yo no sabía nada", dice con ese dejo propio de la gente de la selva. Parece sincero. Pero debía pagar su condena. Fue trasladado al centro juvenil Alfonso Ugarte en Arequipa. En sus días de libertad, cosechaba fruta en Sandia (selva de Puno). Estudiaba en un CEBA y cursaba el cuarto de secundaria. En el encierro, retomó los estudios escolares y concluyó la secundaria. Por estos días apoya en la limpieza del Alfonso Ugarte. En las tardes sus esfuerzos físicos se centran en el taller de mecánica. Repentinamente, su voz está a punto de quebrarse. Disimula y voltea el rostro. Su castigo evitó que acudiera al entierro de su padre. El hombre que admitió su delito y confesó que en Sandia cargó la droga murió tras las rejas. En agosto pasado, animado por un tío, postuló a la Universidad Alas Peruanas. Logró una vacante. Por problemas administrativos no pudo iniciar sus estudios, pero su vacante está separada. Al año comienza con fuerza. Quiere ser abogado. Busca litigar como penalista. Tiene dos cosas en mente: apoyar a su madre y ayudar a los jóvenes que como él -asegura- son acusados injustamente. Ambos se sienten preparados para dejar el centro juvenil tras cumplir sus condenas. Explican que aportarán a la sociedad como abogados. Dicen haber aprendido lecciones. Edison no volverá a beber licor. Joel aún quiere ir a visitar la tumba de su padre.