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Política

Izquierda y derecha

“La izquierda histórica peruana tuvo un punto culminante con Izquierda Unida. Parecía el inicio de algo mayor, pero quizás fue, más bien, la culminación y clausura de un período”.

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Izquierda y derecha

El desvanecimiento de las grandes tradiciones del pensamiento político peruano, y latinoamericano, incluye a la izquierda. Esta nace, en el Perú, con González Prada; luego, se bifurca entre apristas y comunistas; con fracasos y frustraciones, aprende que no hay Palacios de Invierno a la vuelta de la esquina; y hoy cobija multitud de partidos y cáscaras. En la época en que los partidos, aunque incontables, ya no son lo que cuenta.

La izquierda y la derecha existen. Es una miopía pensar que esta oposición ha sido superada. Peor aún, creer que las miradas económicas son científicas, desinteresadas; y que las miradas políticas son ideológicas, contaminantes.

El escándalo de la corrupción expone, en toda su desnudez, el grado en que la ilusión del mercado libre, de un lado, y la utopía de una política de ideales, por el otro, se subordinan a vulgares intereses lucrativos y pasiones personales.

Si bien los contenidos concretos de los términos derecha e izquierda cambian a través de los tiempos, lo que permanece, desde la Revolución Francesa, es una actitud conservadora del statu quo (la derecha) frente a una actitud favorable a los cambios (la izquierda). Hoy, como decía el liberal socialista Norberto Bobbio, la resignación frente a la desigualdad (la derecha) versus la rebelión frente a la misma (la izquierda).

No es que la derecha esté contra la igualdad, sino que entiende la desigualdad como una fatalidad del crecimiento. No es que la izquierda esté contra las libertades, sino que privilegia la búsqueda de la justicia. Frente a Tía María, la derecha defiende las libertades y la promoción de la inversión; la izquierda, cuestiona la injusta situación de los pobladores y el daño al medio ambiente. La democracia se teje en el enfrentamiento y el diálogo entre una y otra. Javier Pérez de Cuéllar ha sido, por eso, un ejemplo de demócrata.

La izquierda histórica peruana tuvo un punto culminante con Izquierda Unida. Parecía el inicio de algo mayor, pero quizás fue, más bien, la culminación y clausura de un período. A partir de entonces, la búsqueda infructuosa de la unidad se ha formulado como un objetivo permanente, bajo cuya enunciación late el afán de protagonismo de los dirigentes. Todos se han sentido los arquitectos de la unidad. Casi siempre subordinada, eso sí, al caudillo mesiánico.

En esta operación, la acumulación de fuerzas hacia el centro se desplazó en beneficio de la lucha fratricida. Los jóvenes se habían entrenado para el combate armado, con la generosidad de un Javier Heraud, pero cuando se asumió que solo existía la vía de los votos, se olvidaron las reivindicaciones concretas de la gente, para insertarse en las negociaciones tradicionales de la política tradicional. Sobre estas frágiles bases no podría construirse nunca una izquierda, ni unida ni eficaz.

Para recuperarse tendría que asumirse como lo que es: la izquierda post revolucionaria. Post revolucionaria, no porque haya hecho la revolución, sino porque ya no habla de ella. Pero que sigue siendo indispensable para la construcción democrática.

Rafael Roncagliolo. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.