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Política

La marcha por el clima

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LAUER

Desde ayer, y hasta el viernes siguiente, millones de escolares se desplazan en las calles del mundo contra el cambio climático, un movimiento que cubre 150 países. La movilización de Viernes por el futuro-Perú ya comenzó desde el Campo de Marte, reclamando que las autoridades declaren al país en emergencia climática, que significa asumir mayores compromisos climáticos, ya internacionalmente definidos.

Viernes por el futuro confluye con el movimiento ambientalista militante Extinction Rebellion, y ambos tienen redes muy descentralizadas. Todavía tienen el reto de impulsar sus iniciativas en países autoritarios.

Las movilizaciones siguen la iniciativa de la joven sueca Greta Thunberg, quien desde el año pasado viene llamando al activismo juvenil contra el cambio climático. Su discurso en la cumbre climática COP24 (Polonia) es uno de los puntos de partida para el multitudinario desplazamiento de esta semana, que no solo está convocando escolares.

El tema del cambio climático y su aspecto más notorio, el calentamiento global, está cada vez más marcado por la urgencia. Los preocupantes pronósticos de otros años se están quedando cortos, en intensidad y en plazos. Las señales de que hemos entrado a nuevos escenarios históricos de catástrofe son cada vez más elocuentes.

Los gobiernos que han entendido esta situación son cada vez más. Pero llevarlos a compromisos en terrenos como la energía o la producción ha sido una tarea cuesta arriba, que se ha complicado todavía más a la hora de cumplir lo acordado. Los científicos más preocupados afirman que estamos a punto de cumplir la carrera contra el tiempo.

Todavía hay intereses comerciales y políticos tozudos, empeñados en el negacionismo frente al problema que la humanidad tiene delante. El sentido de esta movilización no es solo transmitir una voluntad popular mundial, sino a la vez llamar la atención sobre la inocultable evidencia científica que hoy obliga a hacer cambios a toda velocidad.

Parte del problema político es que son los países más grandes del mundo quienes más se resisten a reconocer la gravedad del problema, a entender su naturaleza global, y por tanto a practicar y endosar las soluciones a la mano, que muchos países sí han empezado a aplicar. Mientras tanto hay un reloj que avanza contra las regiones más vulnerables, entre ellas el Perú.


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