Maduro celebra la hiperinflación

La hiperinflación venezolana largo tiempo anunciada por los economistas ya está aquí: precios 50% más altos de octubre a noviembre. Por si alguien lo duda, Nicolás Maduro ha salido a exhibir orondo el nuevo billete de 100,000 bolívares, como preludio de la Navidad 2017, y a prometer nuevas renegociaciones de la deuda. En realidad la gigantesca inflación venezolana ya tiene unos años, y la línea del 50% mensual que acaba de cruzar esa economía es formal. Caracas había venido ayudándose con China y Rusia, pero a ambos países se les han quitado parte de las ganas de hacer negocios con Maduro, luego del bloqueo financiero a Venezuela decretado por los EEUU. Maduro logró pagar sus obligaciones pendientes el pasado 27 de octubre, usando parte de los últimos dólares que le quedan. Ahora su problema es que para renegociar la deuda externa, como ha anunciado, las mayorías de los acreedores exigen condiciones que él no está en condiciones de cumplir. La principal: restablecer la Asamblea Nacional que desmanteló. Todo esto lleva a algunos a pensar que Caracas está a un paso de la moratoria. Sin embargo Maduro todavía podría contar con la ayuda de China y Rusia, más la colaboración de un insólito grupo de aliados: los propios tenedores de la deuda externa, para quienes cualquier tipo de arreglo, no importa cuán perjudicial, será mejor que recuperarse de una moratoria. Así, un Maduro puntual en sus pagos seguiría alimentando la bonanza de sus acreedores a expensas de la creciente penuria de la población. ¿Cuánto tiempo puede durar esto? Las hiperinflaciones a menudo han sido momentos de gigantesca convulsión. Pero los mecanismos de control social de masas desposeídas han avanzado mucho en la historia. Para varios países geopolíticamente rivales de Washington un nuevo enclave autoritario en América Latina, esta vez del tamaño de Venezuela, es una ganancia a la que conviene aferrarse, no importa cuáles sean los costos. En esta perspectiva alentar la vergüenza económica del chavismo es el camino hacia un tipo de consolidación estalinista. Esto explicaría en parte la burla navideña de Maduro y su nuevo billete de 100,000 bolívares: un pueblo a punto de descender otro peldaño en su miseria, más urgido, más controlable.