Para unos los datos que viene aportando Carlos Basombrío sobre infiltración Movadef en el magisterio son marginales a la coyuntura, o incluso entorpecen una posible solución. Para otros son el centro de la cuestión huelguística de estos días: el Minedu está ante bastante más que dirigentes convencionales del magisterio. La información del Ministerio del Interior no es nueva. El trabajo de sectores simpatizantes, o incluso representantes de Sendero Luminoso en el medio magisterial viene de muy atrás. Por diversos motivos siempre fue considerado preocupante, pero no peligroso. Esta huelga ha cambiado las cosas, aunque no mucho. La sensación de peligro fue mitigada por una percepción de que el Sutep-Patria Roja era muro de contención suficiente ante el radicalismo, el senderizante o cualquier otro. Pero esta es la huelga en que ese Sutep ha sido rebasado. Quizás no en los números, pero ciertamente sí en la capacidad de agitación y de maniobra. Aunque Basombrío no lo dice, sus declaraciones implican que la mejor carta del gobierno era reforzar al Sutep, negándose a dialogar de plano con los dirigentes teñidos de ultraradicalismo. El Minedu intentó jugar esa carta, pero al final tuvo que ceder ante la capacidad de acción en aulas y calles de la nueva oleada de dirigentes. La primera encrucijada del gobierno fue negociar o no negociar con los radicales, y optó hacerlo. Pero ahora la segunda encrucijada es si conceder o no a las exigencias de los nuevos interlocutores, algunas de ellas inaceptables y rechazadas por 94% del público. Aquí es donde se va a revelar la verdadera naturaleza de esa dirigencia. Pero las declaraciones de Basombrío van bastante más allá de la huelga, y apuntan a marcada molicie frente a un desarrollo político que todos critican pero pocos enfrentan. Por ejemplo, su comentario sobre todo lo que se viene arrastrando los pies en declarar la ilegalidad del Movadef es muy sintomático. Las amenazas de la dirigencia en lucha de extender sus movilizaciones más allá del magisterio, con el acento puesto en la minería, e incluso de ir a una huelga general, parecen más de lo que pueden lograr ahora. Pero son una clara advertencia de por dónde vienen las cosas. Sus nuevos socios de la oposición parlamentaria deberían tomarlo en cuenta.