El anuncio sobre la postulación de Alberto Fujimori a la presidencia nos obliga a regresar sobre las elecciones al Parlamento japonés del año 2007. AF postuló aquella vez a la Dieta japonesa. Para entonces estaba en Chile, con la extradición en debate. De hecho, si hubiera ganado un escaño, Japón habría podido oponerse a su retorno. No lo ganó y terminó en prisión.
Ocurre que las reglas sobre nacionalidad y cargos públicos del Japón, establecidas en 1950, no admiten binacionales. La nacionalidad japonesa se adquiere por registro en el Koseki de una familia originaria. Para ejercerla, los nacidos fuera del territorio deben renunciar a la nacionalidad que hayan obtenido en su lugar de origen antes de cumplir 22 años.
En Perú, Fujimori está registrado como nacido en Miraflores, Lima, en 1938. Entonces, para conservar su nacionalidad japonesa, Fujimori debió renunciar a la peruana en 1960 o al menos antes de postular al Parlamento japonés. No existe información pública que confirme su renuncia. De hecho, en enero de este año renovó su registro Reniec sin agregar nueva información. Si renunció, entonces, no lo ha revelado aún a las autoridades peruanas.
Los datos de su postulación al Parlamento japonés deberían confirmar si Alberto Fujimori renunció a la nacionalidad peruana al inscribir su candidatura o antes. Pero, además, deberían confirmar si de acuerdo con el Koseki de su familia nació en Miraflores el 26 o el 28 de julio de 1938 o antes, en algún otro lugar.
Debo decir que en esta área no hay nada que pueda ser asumido como cierto automáticamente. Dos casos públicos registrados en el año 2016 en el Japón muestran que las autoridades de ese país han sido muy poco estrictas con las cuestiones relacionadas con dobles nacionalidades hasta hace muy poco. En el año 2016, dos personalidades públicas vinculadas a la política, Renho Murata, elegida presidente del Partido Demócrata, de padre nacido en Taiwán; y Kimi Onoda, parlamentaria liberal nacida en EEUU, tuvieron que renunciar a sus segundas nacionalidades para mantener cargos públicos a los que accedieron sin depositar esas renuncias.
Alberto Fujimori postuló a las elecciones del Parlamento japonés del 2007. No sabemos qué información presentó sobre su propia biografía o sobre su nacionalidad. Pero en tanto ha anunciado una nueva postulación en el Perú, hemos adquirido el derecho a saber qué dijo sobre sí mismo en aquella ocasión y qué dice exactamente el Koseki de su familia sobre él.
Las dudas se vuelven más importantes si notamos que arrastramos desde hace más de 25 años una denuncia sin resolver sobre su lugar de nacimiento.
En julio de 2007, Cecilia Valenzuela publicó la ficha de extranjería de la madre de Alberto, Mutsué. En ese documento, escrito en 1934, ella declara tener dos hijos. Una simple revisión de la biografía de Fujimori muestra que los dos mayores fueron Alberto y Juana. Juana, por cierto, fue embajadora del Perú en Japón entre 1990 y 1992. Cancillería debe mantener en su poder información importante sobre los datos con que fue registrada por las autoridades japonesas.
Entre 1992 y finales del 2000, la embajada quedó bajo el resguardo de Víctor Aritomi, esposo de Rosa, la tercera de los hermanos Fujimori.
En todo caso, Alberto Fujimori no puede haber sido registrado vivo el 1934 si nació el 1938.
El segundo documento publicado por Cecilia Valenzuela, en julio de 1997, es el registro de pasajeros japoneses que arribaron al Perú en 1934. En los libros, Cecilia encontró cuatro nombres anotados sucesivamente que fueron tachados en algún momento con tinta negra. Cecilia observó que solo el primero de esos nombres mostraba haber sido anotado con apellidos. En los otros tres casos, los nombres llevaban comillas, signos que muestra que los apellidos eran los mismos.
Cuatro personas. Y una marca que indicaba que al menos uno de los apellidos terminaba en la letra “i”.
Algunas veces, los tachones no logran más que llamar nuestra atención. Definitivamente, descubrir que hay cosas ocultas puede ayudarnos a establecer su sentido.
Fujimori podría haber respondido al informe de Valenzuela mostrando las anotaciones del Koseki de su familia. Para resolver estas dudas, habría sido preciso ver las anotaciones hechas entre 1924 y 1934, considerando que los niños que declaró Mutsué tenían menos de 10 años. Pero no lo hizo. Para 1997, su gobierno controlaba los medios. El escándalo amainó sin necesidad de revelar esta pieza decisiva.
El Koseki es un registro tradicional, por ello, muy confiable. En un caso como el suyo, su consulta debe producir información concluyente sobre la forma de resolver estas dudas
Interesante paradoja. Alberto Fujimori debe haber usado la información del Koseki de su familia para postular al Parlamento japonés. No sabemos si depositó o no una renuncia a la ciudadanía peruana al hacerlo. Tampoco sabemos si el Koseki de su familia dice algo sobre su nacimiento antes de julio de 1938, el año que se inscribió en Lima. Pero si planea postular nuevamente, debemos saberlo.
Nacionalidad y ciudadanía son de esos temas difíciles de tratar. Ambas cuestiones determinan la manera en que nos instalamos frente a inmigrantes o a sus herederos. Enfrentamos en esto siempre el riesgo a caer en sesgos xenofóbicos o discriminatorios. Pero en esta zona tan compleja hay un área que admite diferencias comúnmente aceptadas. Es la que trata sobre derechos electorales, que no son universales, como se ha venido diciendo.
La presidencia es entre nosotros una posición reservada a quienes nacieron en el territorio nacional. La regla tiene una extensa raigambre histórica que puede ser contada en otro espacio. La cuestión es que la regla existe y no es un disparate.
Por eso se hace imprescindible despejar todas las incógnitas que subsisten sobre el nacimiento de Alberto Fujimori.