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Opinión

Si Puno no es el Perú, por Ángel Páez

“Si Puno no es el Perú, no pierde Puno. El que pierde es el Perú. Mejor dicho, pierden esos peruanos que, empinados sobre el poder momentáneo, menosprecian lo andino”.

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Si Puno no es el Perú

Si Puno no es el Perú, como dice la señora presidenta, entonces Carlos Oquendo de Amat (1905-1936) no sería peruano y su único libro, 5 metros de poemas (1927), esa hazaña de la vanguardia poética del siglo XX, no formaría parte del canon de la lírica nacional. No serían peruanos los versos:

Tu nombre viene lento como las músicas humildes/ y de tus manos vuelan palomas blancas// Mi recuerdo te viste siempre de blanco/ como un recreo de niños que los hombres miran desde aquí distante (“Madre”).

Si Puno no es Perú, seríamos despojados de la voz más potente, estremecedora y hondamente andina de Efraín Miranda Luján (1925-2015), autor de Choza (1978). En un primer momento ignorado, ahora convertido en un verdadero clásico, los versos de Miranda son los pensamientos, las emociones, las iluminaciones de los indios:

Soi una indiecita escolar. Me reconoces;/ mi retrato está en folios de grandes libros;/ retratada con polleras o con ‘uniforme’.// Me pongo de cabeza y el cielo está abajo/ y la tierra queda arriba; así no es mi mundo;/ me pongo de pies/ el cielo regresa arriba/ y la tierra para abajo./ El mundo comienza en mis pies,/ este es mi mundo. (“E.Q.”)

La lista de poetas puneños es larga y asombrosa. Es una lírica forjada por quechuas y aimaras durante siglos, por lo tanto, registra historias de humillación, maltrato y desprecio. Pero también relata actuaciones memorables, ejemplares y heroicas de los puneños. Y nunca deja de referirse a los mitos y leyendas, a sus tradiciones y creencias, como sucede con el reconocido y premiado poeta Boris Espezúa (1960), quien siempre alude a la representación del Titicaca para puneños y peruanos. Si Puno no es el Perú, no seríamos peruanos:

No te agites, aquieta tu respiración./ Esta casa está curada/ se aniquiló a la serpiente roja/ que dormía en el techo y al sapo/ de dos cabezas escondido bajo el batán./ Hace tiempo el viento ya no levanta/ nuestras cenizas al horizonte,/y nuestra sangre ya no hace surcos/ en el fondo del lago./ (“Manco Cápac”).

Si Puno no es el Perú, no pierde Puno. El que pierde es el Perú. O mejor dicho, pierden esos peruanos que, empinados sobre el poder momentáneo, ensoberbecidos, obnubilados, por sus amos, menosprecian lo andino.

La poeta puneña Gloria Mendoza Borda (1948), una de las grandes voces femeninas de la lírica altiplánica, lo expresa mejor así:

Primer acto/ Yo la tímida pastora de tus ovejas/ bendito amo/ lavé tus ovejas en todos los crepúsculos/ de la virtud de los campos/ hasta que se muestren desnudos a los ojos/ de aquellas inolvidables tardes teñidas de ceniza y té/ tengo la cabellera rizada semejante a una cabra salvaje/ amo/ yo rumiante de los tiempos de violencia/ corriente agitada/ pastoreo mis palabras (“Imagen de un pastor”).

Puno es el Perú, aunque no les guste a los señores de Lima.