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Opinión

Consignas fatales, agendas urgentes, por Indira Huilca

“Luego del terrorismo de Sendero Luminoso y el MRTA en los 80 y 90, luego de fatales violaciones de los derechos humanos por parte del Estado en esas mismas décadas, luego de la tragedia de la pandemia, en nuestra vida pública no debemos tolerar nunca más ese deseo de muerte, ni siquiera en el lenguaje”.

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Consignas fatales, agendas urgentes, por Indira Huilca

La nueva moción de vacancia viene acompañada de la consigna “matar o morir”, ventilada por un par de congresistas y reproducida por la prensa, siempre atenta a declaraciones altisonantes con las que alimentar supuestas polémicas. La frase, digna de una apurada sesión de coaching motivacional, es reveladora de la pobreza de horizontes que caracteriza a nuestros parlamentarios.

Una consigna, además de ser breve y llamativa, debe condensar una idea e indicar un rumbo de acción. “Matar o morir” cumple con ello. En pocas palabras expresa la urgencia de la vacancia, contra el final abrupto que afectaría al Congreso de no lograrla. ¿Qué es entonces lo que anda mal en esta expresión? Todo.

En primer lugar, a quién se dirige. Pese a las amplias consecuencias de remover del cargo a un presidente de la República —sucesión constitucional, gobierno transitorio, elecciones y un largo etcétera—, a los promotores de esta vacancia no les interesa ganar el respaldo de la ciudadanía.

No solo ignoran deliberadamente que su aprobación está en el subsuelo y que la idea de cerrar el Congreso es bastante popular, sino que ni siquiera han considerado dirigirse a los sectores de la clase media y alta de la capital que de hecho rechazan al presidente.

En segundo lugar, la consigna solo atañe a los congresistas. Más allá de su propia permanencia, no hay argumentos. No hay reformas, agenda legislativa o trabajo de fiscalización que puedan afirmar, se vería afectado de no lograr la vacancia. Y esta pobreza de contenido se refleja por ejemplo en la arenga clasista del congresista Chiabra, quien instó a sus colegas a votar por la vacancia o “prepararse a regresar a sus pueblos para ser lo que eran antes”.

En tercer lugar, la urgencia que quiere transmitir la consigna dice bastante de las prioridades de los parlamentarios. Ningún tema de interés nacional ha recibido la atención que concentran sus hasta ahora frustrados intentos de interrumpir el mandato constitucional.

Esta vez se busca justificar la urgencia con la hipótesis de un inminente cierre del Congreso —vía nuevo pedido de confianza— o la “volada” que intenta difundir el congresista Anderson —”fuertes rumores de golpe de Estado”—. En la fantasía de los vacadores, algo definitivo siempre está a punto de suceder.

Por supuesto, dada la debilidad de los canales institucionales, la tergiversación de los mecanismos de control y la propia ineptitud de los congresistas, nunca nada sucede y lo único que logran es una mayor frustración.

Esto ha sido constante en la oferta política de quienes siguen sin aceptar su derrota electoral del 2021, la idea de que basta con votar una moción o salir a una marcha para “arreglar el Perú”. Es un interminable ciclo de momentos definitivos que no definen nada.

Si no repasemos los nombres que han dado a sus movilizaciones: Vacancia YA (nov. 2021), Vacancia Ya (5 marzo 2022), La batalla final (20 marzo 2022), 87 goles por el Perú (27 marzo 2022) o Reacciona Perú (5 y 20 de noviembre). Una máquina de frustración política, sin ninguna victoria apreciable para sus seguidores y en cambio mucho provecho para su indefendible adversario.

He dejado para el final lo que considero lo más grave de la frase “matar o morir”: su violencia latente y la perversa disyuntiva que nos propone: el triunfo es la aniquilación del otro.

Luego del terrorismo de Sendero Luminoso y el MRTA en los 80 y 90, luego de fatales violaciones de los derechos humanos por parte del Estado en esas mismas décadas, luego de la tragedia de la pandemia, en nuestra vida pública no debemos tolerar nunca más ese deseo de muerte, ni siquiera en el lenguaje.