Una investigación conjunta realizada por la Universidad de Manitoba y la Universidad de Colorado ha confirmado que el color del agua del océano Ártico ha cambiado en los últimos años. Este fenómeno ha sido observado en el extenso mar que rodea Alaska en Estados Unidos y partes de Canadá. Tras un estudio exhaustivo, los científicos determinaron que estos cambios se deben a la influencia de las actividades humanas.
La tonalidad del océano Ártico ha pasado de ser color turquesa a verde. Según los expertos, este particular acontecimiento se debe en parte a una sobreacumulación de algas en la región. Este fenómeno está vinculado al cambio climático y al rápido derretimiento del hielo marino en el océano.
El color del agua en el océano Ártico ha pasado a tener tonos verdosos. Foto: El Periódico de España
El cambio de color en el océano Ártico se debe a que las gigantes capas de hielo no cuentan con el mismo grosor en comparación con años anteriores. El aumento de temperatura provocado por el cambio climático permite que los rayos solares impacten de manera más intensa en el hielo marino. Este proceso ha incrementado la proliferación de algas, transformando el característico color turquesa del mar en un tono más verdoso.
El descubrimiento de este inusual fenómeno en el océano Ártico se realizó gracias al uso de los satélites CryoSat de la Agencia Espacial Europea. Estos satélites han revelado un calentamiento global generalizado en el mar. Este hecho puede repercutir de forma negativa en el ecosistema marino de la región y, potencialmente, representar una amenaza para los seres humanos.
El satélite CryoSat de la Agencia Espacial Europea ayudó a descubrir el fenómeno en el océano Ártico. Foto: Actualidad Aeroespacial
El cambio de color en el océano Ártico y la aumentada proliferación de algas, causados por el calentamiento global y el derretimiento del hielo marino, tienen impactos significativos en el ecosistema. La sobreacumulación de algas bloquea la luz solar que llega a las profundidades, afectando a las especies que dependen de la fotosíntesis. Además, la descomposición de estas algas consume oxígeno, creando zonas hipóxicas que pueden ser mortales para peces y otras formas de vida marina.
Estos cambios no solo afectan la biodiversidad del océano Ártico, sino que también impactan a las comunidades costeras que dependen de la pesca. La disminución de recursos pesqueros pone en riesgo su sustento. Asimismo, el desequilibrio ecológico puede tener efectos en cadena, alterando el clima global y contribuyendo a fenómenos meteorológicos extremos. En conjunto, estos cambios representan un desafío urgente para la conservación del medio ambiente y la sostenibilidad humana.
El océano Ártico bordea principalmente dos países de América del Norte: Estados Unidos y Canadá. En Estados Unidos, el estado de Alaska tiene una extensa costa en el océano Ártico, conocida por su tundra y grandes áreas de hielo marino. Canadá cuenta con una larga costa norte que incluye el Archipiélago Ártico canadiense y regiones de tundra e hielo, esenciales para muchas especies árticas. Ambos países están directamente afectados por los cambios en este ecosistema, enfrentando desafíos ambientales y económicos debido al cambio climático y la pérdida de hielo marino.
Además de Estados Unidos y Canadá, otros países con costa en el océano Ártico son Rusia, que tiene la costa más extensa y rica en recursos naturales, Noruega, conocida por sus fiordos e industria pesquera, Groenlandia (parte de Dinamarca), crucial para la investigación del cambio climático, e Islandia, con su pesca activa y recursos geotérmicos. El océano Ártico, el más pequeño y menos profundo del mundo, es vital para el equilibrio climático global y alberga especies únicas. Sin embargo, es muy vulnerable al cambio climático, lo que lleva a un rápido derretimiento del hielo y cambios en el ecosistema.