La victoria de Gustavo Petro en Colombia es histórica. Por primera vez en la democracia más antigua de América Latina gobernará la izquierda tras una campaña dura y polémica que ha dividido en dos al país.
Con el triunfo del político y exguerrillero, se fortalece el ascenso de la izquierda en la región. Expansión que empezó en 2018, en México, con la llegada a la presidencia de Andrés López Obrador; luego, en 2019, Alberto Fernández en Argentina; en 2020, Luis Arce en Bolivia; y Pedro Castillo en Perú, en 2021. En 2022, se sumaron Xiomara Castro en Honduras y Gabriel Boric en Chile.
Si en octubre se cumplen los pronósticos de Genial/Quaest, según los cuales Lula da Silva ganaría con una ventaja de 16 puntos al conservador Jair Bolsonaro, seis de las economías más grandes de la región estarían gobernadas por la izquierda.
De este modo, se formaría un bloque donde solo Uruguay, Paraguay y Ecuador serían la excepción.
La pregunta surge inmediatamente: ¿por qué la izquierda sigue posicionándose y ganando terreno? La República entrevistó a tres especialistas en el tema.
Si bien es cierto que las etapas en el poder son cíclicas, hay cambios, coincidencias e influencias regionales. América Latina ahora mismo se encuentra en un momento especial. Encara grandes transformaciones bajo el contexto de la pandemia por la COVID-19, una gran polarización y retos que se vislumbran en un futuro no lejano.
“La gente no vota por una “lucha de clases”, por la “dialéctica”; la gente vota porque quiere un discurso que materialice un cambio profundo para la redistribución de la riqueza”, afirmó el jurista e internacionalista Miguel Rodríguez Mackay.
Igualmente, hay descontento, a tal punto que el sesgo ideológico de los candidatos pierde relevancia a la hora de votar.
“Hay un malestar social muy grande, y a mucha gente le es indiferente si al final gobierna la izquierda o la derecha. Lo que sienten es un descontento muy grande y una distancia con las autoridades, desconfianza y falta de representación”, señaló Jeffrey Radzinsky, analista político y director de Grupo Fides Perú (GFP).
Para Mario Solari, abogado, profesor y oficial del Programa de Gobernabilidad Democrática de las Naciones Unidas, hay una ausencia de liderazgo y de rumbo.
“En nuestra región, hay una crisis de liderazgo político muy fuerte, y eso hace que discursos del ala de izquierda sean discursos que calen en la gente que está disconforme con los partidos políticos, con la economía, con la constitución, con la democracia”, enfatizó.
“No tenemos gobernantes capacitados porque simple y llanamente son gente improvisada en la política, porque no hemos formado líderes políticos, porque no tenemos partidos políticos”, señaló Solari.
Otro aspecto es la pandemia. La COVID-19 ha visibilizado las profundas desigualdades y debilidades de las instituciones, sumado a los golpes de corrupción que han desgastado la figura de los gobernantes.
De acuerdo con Rodriguez Mackay, los efectos nefastos que produjo la pandemia “latigaron” a los más vulnerables, hecho capitalizado por los líderes de izquierda en la región.
“La pandemia y la corrupción son las que más han golpeado: la primera materialmente, la segunda psicológicamente. Las dos han hecho una dupla en detrimento a la derecha histórica y conservadora de la región”, puntualizó.
Por su parte, Radzinsky consideró que “la pandemia ha mostrado una incidencia enorme en la incapacidad de los servicios sanitarios y en la vulnerabilidad de las economías latinoamericanas”. “Pero también es cierto que hay elementos que van más allá del tema económico o sanitario. Me refiero a asuntos de la propia dinámica social y de la educación en general”, advirtió.
“Hay una reacción a un golpe muy duro del que no nos hemos recuperado. Somos sociedades muy endebles por la afectación en tantos sectores”, mencionó.
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Solari también se refirió sobre la alta disconformidad de la población. “Tenemos problemas de seguridad, de corrupción, un índice de desigualdad muy alto, donde la gente siente que tiene menos recursos que antes, donde algunos o muy pocos se enriquecen a costa de otros. Hay mucha disconformidad”, subrayó.
La responsabilidad de los líderes bajo el contexto de desprestigio, convulsión y desconfianza es enorme. “Más allá de la discusión de izquierdas, derechas o matices, el gran desafío inmediato es preservar y fortalecer democracias”, sostuvo Radzinsky.
La izquierda enfrenta este desafío y sacarse la careta que ha llevado por años de autoritaria o de estar reñida con el capital.
“No deberíamos satanizar a la izquierda, porque es tener una mirada muy reducida y acomplejada de las doctrinas imperantes en el sistema internacional (...). La izquierda del siglo 21 debe saber convivir con el capital. No puede ser ajeno o una palabra vituperable como en los 60 y 70 (...). El mayor reto es la distribución de la riqueza. No significa que todos deben tener por partes iguales, sino que deben tener el verdadero acceso a los beneficios que concede el desarrollo y crecimiento de un Estado”, concluyó Rodriguez Mackay.
Asimismo, debe haber autocrítica y atender las problemáticas que día a día suceden. “La clase política debería poner las barbas en remojo y reflexionar seriamente si ha cumplido su labor. Los nuevos líderes políticos tienen que surgir con estos criterios, qué es lo que está pidiendo la sociedad en estos momentos: ¿por qué está inconformidad?, ¿por qué sale a las calles y está están exigiendo cambios?”, señaló Mario Solari.
Finalmente, el gran riesgo de una hegemonía de izquierda en la región, señaló Rodríguez Mackay, es “caer en populismo, que el poder los obnubile y crean (como con el marxismo del siglo 19) que el poder es para siempre“.