Fuerza bruta

Becerril en fiscalización es un tomatazo al sentido común.,La designación de Héctor Becerril como presidente de la comisión de fiscalización del congreso constituye un desafío del fujimorismo al país pues transmite el mensaje arrogante de ‘soy mayoría y hago lo que quiero’. El puesto estuvo libre desde que se quebró la relación entre Fuerza Popular y Yeni Vilcatoma, a quien el fujimorismo presentó como expresión de su compromiso anticorrupción. Nombrar ahora a Becerril al frente del esfuerzo fiscalizador del congreso proyecta soberbia e irresponsabilidad, pues en su trayectoria política él ha mantenido invicta la incapacidad de contener el exabrupto y la parcialidad como forma de relacionarse con todo lo que no sea o parezca naranja. Ejercer la función fiscalizadora desde un poder del Estado requiere capacidad de poner de costado las filias y las fobias para poder evaluar situaciones de aparente irregularidad para decidir con neutralidad y apegado a la ley, y proyectar confianza al país de que se actuará por el interés público en vez del fin particular. Es decir, todo lo que Becerril ha demostrado que no es, y que ni siquiera pretende ser ni parecer. Si hubiera sido futbolista, habría sido como don Eloy Campos; si torero, un matarife de camal; y si juez, un verdugo. Se podrá decir que el presidente de una comisión solo es uno más entre todos sus miembros, con igual peso en el voto, pero el líder de un grupo de trabajo –especialmente de uno que se ocupa de temas álgidos como la fiscalización–, le imprime carácter y estilo al colectivo. En este sentido, cuando el fujimorismo designa a Becerril al frente de la comisión de fiscalización está transmitiendo al país la sensación de que la lucha contra la corrupción es un instrumento de acción política y un arma de persecución, en vez de servir como una herramienta para ayudar a que se haga justicia. Él desprestigia a la comisión en su conjunto. Al poner a Becerril al frente de la comisión de fiscalización, el fujimorismo daña la imagen del congreso y se daña a sí mismo, pues evidencia que sigue sin poder encontrar un rumbo para su acción política debido a que sigue con sangre en el ojo. Lo cual se evidencia no solo en eso sino, también, por una ley contra el tránsfuga que se quiere sacar ‘a la prepo’ sin ser parte de un paquete integral de reforma, al creer que el dique se abre; o negarse a darle a la Unidad de Inteligencia Financiera más capacidad de acción para luchar contra el lavado de activos. Pero poner a Héctor Becerril en fiscalización es un tomatazo a la razón, y una expresión de fuerza que no es popular sino bruta y achorada.