Este tema se va a calentar de aquí al 28 de julio, pues está causando, no solo importantes pérdidas de ingresos por regalías al fisco peruano, sino que es también la clara demostración de un contrato con orígenes turbios por promulgación de leyes y decretos supremos ad hoc. Además, se trata de contratos mal negociados por Repsol y, lo que es peor: el gas fue reexportado a países con precios mayores, por lo cual se pagaron menos regalías. Este hecho fue denunciado al CIADI en el 2012 y el arbitraje favoreció al país (mayo 2015), ordenando al Consorcio Camisea que pague al Perú US$ 62 millones. Pero todo no acaba allí pues Shell (que sustituyó a Repsol en el 2014) ha incurrido en faltas similares. Lo señalado amerita que ya se renegocie este contrato de exportación. No solo eso. La propia evolución del mercado hace indispensable la renegociación, pues México ya no va a necesitar el gas peruano. Veamos. La semana pasada, Sempra ganó el concurso de la CFE de México para construir un gasoducto desde el Sur de Texas hasta Veracruz, en el sureste de México, para el 2018. Y en marzo del 2016, el consorcio Fernaca ganó la licitación del gasoducto Villa de Reyes-Aguas Calientes-Guadalajara, en la costa occidental de México, que se conectará con el gasoducto Texas-Veracruz en el 2018. Esto es clave porque el gas del Lote 56 va a Manzanillo, en la costa occidental, al lado de Guadalajara. Por tanto, toda esa zona consumirá gas natural de EEUU, cuyo precio es el más barato del mundo. ¿Y por qué es tan barato? Porque desde hace 8 años EEUU produce “gas esquisto”, un gas no convencional, lo que ha hecho que el precio bajara de US$ 8 a US$ 2.40 por millón de BTU (MMBTU)desde el 2007 hasta hoy. Ahí está la madre de los bajos precios que se le pagan al Perú. En efecto, en setiembre del 2007, Repsol firmó un contrato con la CFE de México para venderle gas del Lote 56 por 18 años al 91% del precio de EEUU (“Henry Hub”). El problema es que no se previó una cláusula de equilibrio contractual, lo que es de rigor. Mediante esa cláusula, las partes acuerdan mecanismos que protejan a ambas en caso de cambios estructurales en los mercados que incidan en los precios y, por tanto, en los ingresos (o egresos) de las partes. La cuestión es que Repsol no planteó esa cláusula, a pesar de que va “de cajón” en los contratos de exportación de gas entre Argelia y España. Y ellos lo saben bien. ¿Por qué no lo hizo? Quien sabe. Quizá porque como su ganancia proviene del margen comercial, el precio no le interesa tanto. ¿Y a los peruanos, nos interesa? Segunda cuestión clave. Al precio de US$ 2.4 por MMBTU que paga México hay que descontarle el costo del barco desde Cañete hasta Manzanillo. También hay que descontar el costo de la licuefacción que hace Perú LNG en su planta de Cañete, así como el costo de transporte del gasoducto desde Cañete hasta Camisea. Con todos esos descuentos, el precio del gas en boca de pozo en Camisea alcanza con las justas a los US$ 0.50 por MMBTU. Sí, 50 centavos de dólar. Y es sobre ese precio que se paga la regalía. El “negocio” es pésimo, ya que recibimos menos que lo que se paga aquí, ya que el precio en el mercado interno es US$ 2.50 por MMBTU, cinco veces superior. En verdad recibimos migajas, que hoy están en su mínimo histórico. Esto debe parar, ya. Ahí no acaba la historia. Los precios de gas en Japón y Europa en el periodo 2008-2014 triplicaron y hasta cuatriplicaron al “Henry Hub”. Es allí que Repsol comenzó a reexportar el gas a terceros mercados, sin decirle nada al Perú. Eso fue denunciado al CIADI y pudimos recuperar US$ 62 millones, como dijimos al inicio. En el 2014, Shell sustituyó a Repsol como exportador de gas del Lote 56. Y los problemas han empeorado, pues Shell vendió gas al consorcio Trafigura, que lo ha vendido en México a precios internacionales de US$ 15 por MMBTU (México tuvo que pagar esos precios –y no el Henry Hub– debido a una coyuntura excepcional). El problema aquí es que al Perú tampoco se le informó. Y no hay claridad sobre los procedimientos del gobierno para encarar esta situación. Se trata de miles de millones en los próximos años. Es hora de actuar. Conclusión: el Estado peruano no puede estar ausente de los contratos de exportación de gas. Deben ser renegociados para garantizar la soberanía del Perú sobre sus recursos naturales. NO al trato humillante de republiqueta que estamos recibiendo. El gobierno del Perú debe decidir sobre el destino del gas de acuerdo a su política energética, lo que le debe ser comunicado al gobierno de México, en una negociación de país a país. Ese es el punto de partida inamovible de la renegociación del contrato de exportación. Y esta renegociación de los contratos de gas para recuperar la propiedad de la molécula no es la única. Ya regresamos con más.