La frase del título es emblemática del intenso cambio que viene procesando Donald Trump en esta fase de la campaña. Ahora que se siente seguro de obtener la candidatura republicana, Trump ha empezado a recoger velas en los mismos temas que lo ayudaron a avanzar, y ahora busca de una imagen menos irritante, incluso para los propios republicanos. Como Trump ha dicho tanto, y tan tajante a lo largo de las primarias, ahora sus cambios de 180° hacen contener el aliento. Hasta el momento hay volteretazos en temas como el aborto, el género, los impuestos, los salarios, la tortura, los refugiados, y la invasión de Irak. Más los latinos, claro, con un tazón de frejoles y tacos para conmemorar el cinco de mayo mexicano. El obvio propósito de esto es apearse de una imagen de hooligan político y convertirse en un candidato republicano como todos los demás. Una vez obtenidas la popularidad y la nominación, el objetivo es conseguir una legitimidad que vaya más allá del rabioso público que lo ha impulsado hasta aquí. Incluso ha modificado su peinado “para gustar más a los negros”. Nadie dudaba de que en algún momento Trump iba a tener que moderarse. Pero ahora algunos se preguntan si podrá sostener esos modales mejorados y esas posiciones centristas hasta noviembre próximo. Otros se preguntan si el giro puede llegar a ser contraproducente. Después de todo el Trump moderado es un producto nuevo, de impredecibles consecuencias. No está claro si la nueva moderación de Trump es para enfrentar a Hillary Clinton, o para asegurarse una nominación sin percances en el Partido Republicano. Pero está claro que si la fórmula le falla, y los votantes moderados no le responden, no podrá volver a ser el Trump de antes sin cortejar alguna forma de desastre de última hora. En las encuestas de mayo Clinton le lleva entre 9% y 13% de ventaja a Trump, y sus triunfos son en Estados que le facilitarían la victoria en el colegio electoral. Además ahora Trump está regando suficientes incongruencias por el camino como para ser un blanco fácil en los debates, en los cuales la tentación de volver a la grosería será permanente.