Fin de Bienal

La II Bienal de Literatura Mario Vargas Llosa terminó con la entrega del premio de novela a Carlos Franz. El escritor chileno obtuvo el premio —dotado con US$ 100 mil y con una estatua de bronce donada por el artista Fernando de Szyszlo— por «Si te vieras con mis ojos», que relata un triángulo amoroso vivido entre la escritora Carmen Arriagada, el pintor alemán Johan Moritz Rugendas y el naturalista británico Charles Darwin, autor de la teoría de la evolución. Con un lenguaje cuidado y minucioso, Franz ambienta su novela en el Chile histórico del siglo XIX, un fin del mundo donde la libertad era todavía la aspiración de unos pocos. Al entregarle el premio, el jurado valoró su talento para contraponer el apasionamiento artístico de Rugendas y el frío racionalismo científico de Darwin. Como suele sucedernos, ambos personajes envidian al otro: Darwin quisiera ser espontáneo e impetuoso como Rugendas, y Rugendas cerebral y ordenado como Darwin. También se consideró al personaje de Arriagada (autora de unas cartas fantásticas, que han sobrevivido al paso del tiempo), una mujer compleja y de gran significación. «Si te viera con mis ojos» se impuso a «La forma de las ruinas», del colombiano Juan Gabriel Vásquez; a «La distancia que nos separa», del peruano Renato Cisneros; a «Adiós a los padres», del mexicano Héctor Aguilar Camín y a «La mucama de Omicunlé», de la dominicana Rita Indiana. Cinco finalistas de tanta calidad que el jurado tuvo que llevar sus deliberaciones al límite, y recién evacuó un fallo (por consenso) en su última reunión, a las 3:30 de la tarde del jueves. Para Carlos Franz, Lima es un lugar muy especial, pues acá recibió el primer premio literario de su prolífica carrera. La casualidad quiso que el mismo día de la premiación por fin tuviera tiempo para salir a pasear, y visitara el Museo de Arte de Lima, donde encontró un cuadro de Johan Moritz Rugendas, en lo que pareció ser una premonición de su triunfo. En el breve discurso de aceptación que ofreció en el Teatro Nacional, reconoció que la espera del fallo era una tortura («Me sentía mal», repitió varias veces), y por fin pudo relajarse. Llega a su final una semana llena de actividades, que se repartieron en ocho universidades. Además de los finalistas, por la ciudad se pasearon escritores como Carmen Posadas, Gioconda Belli, Samanta Schwelbin o Miguel Gutiérrez, para hablar de literatura, de vida, de libertad, ante auditorios llenos de jóvenes. Ojalá este evento logre consolidarse, sobreviva al paso del tiempo y a las eventualidades económicas, y este viento fresco que cada dos años sopla sobre Lima termine de establecerse como un espacio para la discusión, el encuentro y el arte.