■■ En estos días de llovizna, leer La colina interior, de Antonio Sarmiento, con el que obtuvo el Premio Copé de Oro de la XVII Bienal de Poesía de Petroperú, es un placer que me conduce no solo a un lugar del norte peruano, llamado La Florida, “ciudad espiritual, jardín edénico o caleta maldita”, como dice en el colofón, sino que me sumerge, con un buen manejo técnico y lingüístico, en el reino de símbolos y metáforas de su entorno marítimo y de la arqueología humana de sus habitantes, bajo el contexto del terremoto del setenta. “Yo he venido a escuchar el epicentro/ la hulla y la antracita mordiendo la ciudad voluptuosa”, nos dice, en El baile del minué…, el poeta chimbotano en diálogo con la poética de Borges, Lorca y Walcott. A la vez que focaliza su visión trascendental y narrativa en aquel epicentro de su memoria (con la abuela Inés Jara como armonizadora), nos entrega, como ondas expansivas, el retrato lírico de algunos hitos de la historia contemporánea. ❧