En Ayacucho. Chungui es una comunidad tranquila, pero que no olvida. Fue el distrito más golpeado en los años de la violencia. El 9 de mayo de 1984 los senderistas entraron al pueblo y mataron a 22 niños, además de quemar la iglesia. Hoy, se ha dinamizado su movimiento económico. Al igual que Pallccas, que construye un puesto de salud y carece de agua potable. Son pueblos olvidados del Perú que merecen ser recordados. , Edilberto Jiménez, antropólogo y retablista ayacuchano, me había comentado hace años que en Chungui el lugar de la memoria por el cual votó la mayoría de la población es la estatua de una virgen. Aquella Virgen del Rosario, que se eleva sobre los árboles de la plaza entre hilos de neblina, posee una belleza dura y distante. En su pedestal hay varias “escenas chunguinas” como una pareja bailando un llactamaqta —un muy especial tipo de huayno—; un grupo de los CAD (Comités de Autodefensa) y una escena ecológica que lleva como leyenda “potencial económico y biodiverso”. Alrededor hay flores de todo tipo y letreros que dicen: “Soy oxígeno, cuídame”. PUEDES VER: Los hechos que indignaron y emocionaron al mundo este 2015 Chungui, a 3572 msnm en la provincia de La Mar y a nueve horas en carro por carretera afirmada desde Huamanga, fue el distrito más golpeado durante los años de la violencia. Entre 1983 y 1994 murieron 1,385 personas, el 17% de toda la población según el censo de 1981. En 1984 se produjeron 32 masacres (asesinatos en masa a población indefensa): de SL, de la PNP y del Ejército. Chungui fue la zona donde SL realizó la mayor cantidad de “retiradas” —huida de los campesinos hacia los montes y cerros— y gracias a los dibujos de Edilberto Jiménez se puede reconfirmar el tremendo fracaso de esa estrategia siniestra. Pero también en Chungui, el 2011, se exhumaron los restos de 21 adultos y 7 niños que fueron torturados y asesinados por personal de la base militar bajo las órdenes de un oficial conocido como “Zamurai” (capitán EP Víctor Zamora Lugo). Faltan como 350 fosas comunes más por exhumar en todo el distrito. Hoy Chungui parece tranquila y activa. Las distancias se han acortado gracias a los caminos afirmados, pero sigue siendo peligrosa: día y noche pasan “mochileros” con cargamentos de PBC pues es parte del VRAEM. Por eso, cuando izamos la bandera chunguina recién confeccionada, el alcalde Ing. Elwin Caiccuri, convocó no solo a los PNP de la comisaría sino al puesto del Batallón Antiterrorista DIVOES, además de los fiscales penales y civiles y los profesores de la escuela primaria. A diferencia de hace 20 años, hoy hay una fuerte presencia del Estado. Llego a Chungui el mismo día de la entrega bimestral del programa Juntos y se agolpan los campesinos y campesinas en la plaza con sus sombreros y sus mandiles de cenefas bordadas. Dos carros blindados de PROSEGUR se estacionan frente a la comisaría y, en la calle principal, parroquianos de aquí y allá han levantado una feria con sábanas de plástico azul para resguardarse de la lluvia. Venden ropa, cucharas de palo, aceite de olivo como si fuera remedio, alimentos de panllevar y utensilios de extraños usos. Junto a las polleras de vivos colores, una caja llena de patitos recién nacidos tiene un cartel que reza “2 por 1”. Las mujeres que acaban de cobrar 200 soles preguntan por fustanes de colores y los hombres, curiosos, escuchan a un vendedor de, literalmente, sebo de culebra. A pesar de mis propias resistencias a este programa, debo admitir que Juntos ha dinamizado el movimiento económico local de este pueblo olvidado del Perú. Masacre en la iglesia Pallccas —pronúnciese “payjas”— queda a orillas del río Pampas, adonde llegamos desde Chungui atravesando durante tres horas un paisaje de verdaderos ríos profundos y lagunas apacibles, para encontrarnos con un centro poblado pobre y aguerrido, autodenominado “comunidad de resistencia” ante las arremetidas de SL. Entre toda la población están construyendo un nuevo local para el puesto de salud, así como construyeron las aulas del colegio junto a cuatro profesores costeños de Barranca, Huacho, Paramonga y Chancay. La directora Mirtha Inga Camones nos enseña orgullosa la “sala de cómputo” y un profe nos confiesa que allí también todo el pueblo ve los partidos de fútbol. Tienen nueve computadoras gracias a una donación de la PUCP, y felizmente, corriente eléctrica pero no agua potable. Nadie en el pueblo la tiene, ni Movistar, ni Entel, menos Internet. El colegio funciona desde el 2008 y ya hicieron un concurso de historietas y otro de teatro que dio por ganadora la obra: “Pallccas: el Ave fénix de Chungui”. Pero los alumnos tienen un alto índice de anemia. Por eso estos cuatro profes limeños del Norte Chico reclaman: “es urgente un comedor porque la alimentación de algunos niños que se quedan en casas de pensión es deficiente”. Los pallccinos le tienen ley a Mirtha Inga: saben que no es fácil vivir durante todo el año como profesores rurales en esa zona. El frío, la lejanía, la soledad. “Pero todo se compensa con el sentir de estos chicos” termina diciendo. ¡Maestra! Edgar Tello Azpur me cuenta que en 1980 hubo hasta 100 comuneros que vivían en el centro poblado con sus familias, pero el 9 de mayo de 1984 entró Sendero Luminoso una madrugada y, entre quienes escapaban a los cerros y un grupo de madres de familia desesperadas, decidieron dejar a 22 de sus niños y niñas escondidos en la iglesia “para que la Virgen los cuide”. Los senderistas entraron y degollaron a todos los niños. Luego prendieron fuego a la iglesia de piedras. Aún en las ruinas permanecen como un recuerdo maldito las piedras ennegrecidas por las llamas. Fue un episodio monstruoso y nadie lo olvida; mientras me cuenta la historia Edgar Tello llora y demanda: “¿Acaso Paccllas existe para el Perú?, ¿acaso somos lo que sobró de la violencia?”. Fue por eso que muchos se fueron de la zona pero nunca se quedó el pueblo abandonado. “Resistimos y en 1997 llegaron varios retornantes”, dice Benito Valenzuela “pero aunque murieron tantos niños en esa masacre, nunca ha venido una autoridad desde Lima. Teníamos sueños, queríamos ser profesionales pero hemos quedado en primaria y traumados por la violencia”. Ni Pallcas ni Chungui merecen hoy ser recordados solo como se titula la novela de Iván Thays: “ese lugar llamado Oreja de Perro”. Chungui, la cuna de los llactamaqta, crece como el musgo, verde y viva alrededor de la piel de piedra de la Virgen del Rosario. No es nada fácil ser de la comunidad LGTBI en las alturas Camino a Pallccas una joven nos pidió un aventón: estaba cargada de bolsas y cajas. Vestía de manera muy urbana: jean apretado, polo, chompita y lleva el pelo largo y negro. En esas zonas las campesinas no usan pantalones. Ella subió en la parte de atrás de la camioneta. Íbamos con un comunero que nos dice que ella es él y que vive en una casita de tapial con sus padres a unos doscientos metros del centro poblado. Nos contó que criaba animalitos de corral y que también sacaba a pastar sus ovejas. Cuando se bajó del carro preguntó al chofer “cuánto es” y cuando este le dice nada, le contesta con voz dulce: “Que Dios te bendiga”. No es nada fácil ser travesti o gay en los Andes: no solo salir adelante en una sociedad conservadora sino luchar contra todos los prejuicios y las diversas formas de segregación. Sin embargo, en muchos lugares, uno puede encontrar una tolerancia muda: todos saben quién es quién pero se hacen los que no saben. No es hipocresía: es una manera de socializar. Regresando a Chungui en el hospedaje donde nos quedamos me ofrecen trucha frita —increíblemente rosada— preparada por las manos de Pablito Corazón: cocinero, mozo, quechuahablante, cantante y bordador de corazones inmensos y flores de colores sobre mantas impecablemente blancas. Pablito Corazón, como le dicen, habla en quechua muy quedito, no parece comunero por el extraño peinado de cerquillo grueso que lleva, pero lo es. Su historia es la de muchos: huérfano de padre porque lo asesinó SL o los militares, fue criado por su madre que también murió joven y hoy se gana la vida como puede: cocinando, bordando, cantando llactamaqtas. Eso sí: en Chungui se ha ganado el respeto de todos. El dato Hace unos años se hicieron más exhumaciones en Chungui. Los pobladores fueron testigos de este proceso, muy doloroso, por los recuerdos que traían.