A pesar de que aún existe un sector de la población peruana que niega que las personas LGBTIQ se enfrentan a situaciones de vulnerabilidad en su día a día, los datos demuestran lo contrario: el 83 % de dicha comunidad afirma haber sufrido algún tipo de violencia que personas cisgénero o heterosexuales no han vivido por su identidad de género u orientación sexual.
La violencia psicológica es la que más padece esta comunidad, como lo confirma el 68,4 % de encuestados del estudio realizado por la ONG Más Igualdad sobre salud mental de la población LGBTIQ, siendo las personas trans o de género no binario las más afectadas. Esto lleva a que más de la mitad de esta población sufra de algún problema de salud mental.
Alexandra Hernández, neuropsicóloga, directora de la ONG Más Igualdad y la encargada de dicho estudio, afirma que la violencia psicológica es la que tiene índices más altos, debido a que esta es transversal a las demás violencias como la física, verbal e incluso sexual.
“Ellos son agredidos y discriminados desde el plano más psicológico: el hecho de que no se les acepte, que se les critique por cómo se ven, por su orientación sexual o identidad de género, todos estos son daños a nivel mental”, cuenta la especialista.
La OMS retiró la homosexualidad como una enfermedad mental desde el año 1990. Sin embargo, grupos fundamentalistas aún encubren su homofobia bajo ese concepto. (Foto: Jorge Cerdán)
La investigadora resalta que las violencias provienen, en su mayoría, desde espacios privados como el hogar. “Hay adolescentes cuyos papás se enteran que son LGBTIQ y los maltratan psicológicamente en casa desde el hecho de no aceptarles como son, les prohíben salir, les dicen que prefieren un hijo muerto a un hijo gay”, relata Hernández.
Esto desencadena que la homofobia del entorno sea internalizada por la persona, lo cual genera que odien su propia orientación sexual y/o identidad de género, lo que los lleva que busquen cambiarlos o esconderlos.
Debido a las diferentes violencias a las que se enfrentan estas personas, las principales consecuencias en la salud mental en la población LGBTIQ son ansiedad, baja autoestima e inseguridad, y depresión. En la encuesta ya mencionada se registró que incluso cinco personas han tenido intentos o pensamientos suicidas.
Asimismo, el 46,7 % de esta población acudió a servicios de salud mental por obligación de los padres o la familia y el 20 % por indicación de alguna autoridad religiosa. Esto se debe a que la familia busca que sus parientes LGBTIQ cambien su orientación sexual o identidad de género a través de prácticas de conversión.
Un reportaje de La República del 2019 demostró que las prácticas de conversión aún ocurren en el Perú, validadas por instituciones religiosas. Según los testimonios, en ellas se pasan por episodios humillantes, aplicación de hormonas e incluso violencia sexual.
“Te dejan traumas, te alejan de tu familia y te cortan los sueños. Si no hubiera pasado por esta experiencia, el insomnio y la depresión no serían un problema constante en mi vida”, contó Thomas, el testimoniante de 21 años, en el artículo.
Así como Thomas, el 40 % de la población LGTBIQ+ reportó haber sido sometida a prácticas de conversión para intentar cambiar su orientación sexual o identidad de género, a pesar de ser consideradas como tortura por la ONU desde el 2015.
La neuropsicóloga señala que a ello se suman los estigmas por parte de psicólogos y psiquiatras, quienes aseguran que las personas LGBTIQ “han tenido que sufrir algún trauma sexual en su infancia y que, de ahí, se genera una identidad”.
PUEDES VER Las terapias de la tortura
Al final, la violencia psicológica que se ejerce a la población LGBTIQ es circular: empieza en casa, luego está la violencia por parte de la sociedad, lo que desencadena trastornos mentales y a la internalización de la homofobia que lleva a querer cambiar la orientación sexual o identidad de género. Ante ello, estas personas son llevadas a tratarse psicológicamente, pero no para recibir ayuda, sino para ser nuevamente violentadas.
Para evitar que esta comunidad pase por un proceso de revictimización, la especialista determina que el enfoque de género es primordial, pues este busca normalizar y entender las identidades de las personas LGBTIQ para así prevenir que, saliendo del colegio, se encuentren mujeres y hombres que piensan que la diversidad sexual es una enfermedad.
Para la situación actual, hay dos aristas en las que se pueden atacar, una de ellas es la creación de normativas por parte del Poder Legislativo para que las personas que vean vulnerados sus derechos puedan hacer algo, como en el caso de las terapias de conversión. “Hace falta que existan iniciativas legislativas”, acota la directora. Otra de las líneas a trabajar es la capacitación con enfoque de género y afirmativo a los profesionales de salud mental.