El virus nos ha entregado una realidad inédita con la que tenemos que convivir por obligación, y repensar la sobrevivencia ha desembocado infinitas formas de resistencia.
Nos detuvimos un momento, giramos o persistimos en el mismo camino, pero caminamos lentamente, con precaución, porque el mañana no se puede predecir.
Las personas detrás de estos proyectos, emprendimientos y negocios comparten un pedazo de su constante presente. El final no es tan interesante como el camino.
Antes de la pandemia, Paola Fernández (30) dejó el diseño de interiores para dedicarse a la pastelería creativa.
“Renuncié y comencé a elaborar tortas a pesar de no haber estudiado para ello”, comenta.
Quiso estudiar gastronomía, pero esa profesión era muy cara, optó por otra, y finalmente se dedica a lo que quiso desde niña, el arte y la cocina.
Esta actividad tiene casi un siglo de creación y en la pandemia viene siendo protagonista de muchos cumpleaños, en donde resaltan las formas y detalles que pueden vestir a un bizcocho.
“Onírica” tiene casi 3 años y Paola es la creadora de estas ilusiones comestibles.
Trabaja en la decoración de los pasteles entre 10 y 15 horas, pero pueden ser más dependiendo de los detalles.
Las ideas surgen principalmente de sus clientes, hay quienes le mandan bocetos, otros no saben lo que quieren, pero poco a poco van definiendo el diseño.
Sus compradores solicitan sus tortas con un mes de anticipo. Ya tiene hasta pedidos agendados para febrero y marzo.
Paola indica que ya no tiene tantas ventas de tortas grandes de 3 a 5 pisos, en las que podían salir hasta 50 porciones, debido a que ya no celebran matrimonios y quinceañeros con público.
Ahora son tortas chicas de 15 porciones para cumpleaños.
El valor de los pasteles están en un rango de entre S/ 120 a S/ 250, pero apunta que no tiene un catálogo de precios, ya que prefiere que cada producto sea diferente al otro.
Pudo mantenerse con sus ahorros cuando se cerraron los negocios, aunque cuando retornó tuvo malas expectativas por lo impredecible de la situación. Pero sucedió todo lo contrario, ahora sus ventas se han triplicado.
Hoy se encuentra especializándose y actualizándose en repostería debido a las nuevas técnicas y formas.
Además, cuenta que está por abrir un taller a inicios del próximo año.
“Me gusta trabajar sola, pero sola ya no me doy abasto”, explica y proyecta un buen panorama hacia adelante.
“El caminante es quien se toma su tiempo y no deja que el tiempo lo tome a él”, dice el filósofo David Le Breton en su libro Elogio del caminar.
Roberto López (58) podría definir así el cierre de su renovadora de calzado, Tito.
Cerró desde marzo por primera vez en 30 años y abrió en los primeros días de agosto. “Nosotros vivimos del día a día, fueron terribles aquellos meses”, cuenta.
Roberto señala que fue como iniciar desde cero, su actividad empezó con 10% y 15% y hoy está a un 40%.
Por el confinamiento obligatorio, los peruanos cambiamos los zapatos por las sandalias.
Nuestro encierro afectó tanto a zapateros como renovadores, aquellos que se encargan de mantener nuestro andar a través del calzado.
Desde los 11 años conoce acerca de este rubro, luego pausó para trabajar en una fábrica, pero eran tiempos del primer gobierno de Alan García y lo despidieron.
Luego se matriculó en una academia de este rubro y se enfrascó en ello hasta que halló su actual local.
Hoy no solo se dedica a restaurar calzados, sino también correas, mochilas, maletas, maletines y carteras.
Además de limpieza y mantenimiento de muebles de cuero. Hay que diversificar.
Roberto ha soportado otra crisis económica gracias a sus ahorros. “No me acogí a los programas de apoyo del Gobierno porque te exigen demasiados requisitos”, señala.
Hoy aguanta con su esposa, a quien la despidieron, y sus dos hijos.
“Ojalá que esta pandemia pase de una vez, traigan pronto la vacuna y que la economía se empiece a mover”, confía.
El tiempo de vida de una laptop y una PC va desde los tres hasta los cinco años, respectivamente, aunque por la cuarentena y las actividades remotas esta se acortará y se manifestará a través de diversas fallas.
Esto lo sabe Carlos Sarmiento (49), quien pasó de ofrecer el servicio de taxi por aplicativo a la reparación de dichos dispositivos.
“Antes de la Covid-19, había renunciado a mi trabajo por salud emocional”. Indica que ya eran tres décadas haciendo lo mismo y ya no veía sano seguir en esa monotonía.
Después estuvo en Uber y Beat, “pero esas empresas eran explotadoras”, señala.
Por eso, decidió hacer movilidad solo a algunas personas que conocía, todos eran adultos mayores.
Sin embargo, llegó esta enfermedad con todas las restricciones para esta población vulnerable.
“Debido a ello tuve que recurrir a mis conocimientos en computación”, explica.
Cuando tenía 30 años, estudió Análisis y Diseño de Sistemas, así como Redes y Ensamblaje.
Terminó dichas carreras, pero no pudo ejercerlas, ya que tenía una familia y un empleo con un sueldo estable, y abandonar todo ello implicaba afectar su situación económica.
Ocasionalmente hacía trabajos relacionados con lo que había estudiado, pero no fue hasta la pandemia que decidió crear “Mr. PC”, un concepto que quiso llevar alguna vez a la realidad implementando un taller.
Aunque no sea el momento y lugar deseado, la reparación y el mantenimiento de estas máquinas lo han sostenido en esta crisis, además del porcentaje de su AFP que pudo retirar.
Carlos señala que no es a lo único que se dedica, también gestiona la compra y envío de suministros y asesora en instalación de software vía remota. Mensualmente gana poco más del sueldo mínimo.
“No me puedo quedar de brazos cruzados”, sentencia.
El trabajo remoto y otras actividades online nos han mantenido casi las 24 horas sentados en el escritorio los 7 días a la semana. El sedentarismo se ha universalizado.
Aunque según Andrea Podesta (33) y Guiliana Albújar (36), dueñas de Dcorline, o cuidamos nuestra salud lumbar o a futuro podríamos necesitar una operación en la columna.
Se dedican a la sillería desde hace 7 años. El proyecto en un inicio cubría las necesidades de implementación de oficinas, call center y tiendas, pero con la pandemia la demanda se dirigió hacia el trabajo y educación desde casa.
“Hemos llegado a atender la necesidad de más de 100 familias en un mes. La rentabilidad adquirió una menor ganancia, pero ayudó mucho a poder mantener al personal de trabajo y los costos de operación”, explica Andrea.
Mencionan que al comienzo de la emergencia cerraron su central de operaciones.
“Los primeros tres meses de la cuarentena nos generaron pérdidas considerables, aunque progresivamente fuimos recuperándonos”.
Sus casas ahora se han convertido en oficina, almacén y centro de operaciones. Entre los productos más solicitados están las sillas ergonómicas y ejecutivas.
Buscaron apoyo del Gobierno, pero no fueron favorecidas.
“Esperamos que en el 2021 volvamos a nuestras operaciones regulares, que se abran los medios de transporte aéreo y marítimo para ver nuevas opciones de mercado internacional”, comentan con optimismo.
Renovadoras. Esta actividad se encuentra en riesgo de extinguirse debido a la importación de calzado de bajo costo y mala calidad. Ahora es más barato comprar que reparar los zapatos.
Ordenadores. La reparación y mantenimiento de PC y laptops aún persiste a pesar de que estos productos han tenido una gran demanda durante la pandemia.
Ergonómicas. El 45% de las empresas que aplicó el trabajo remoto entregó o subvencionó este tipo de sillas a sus trabajadores, según Marsh Perú.
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